Un considerable número de personas asisten al panteón civil desde temprano a celebrar el día de sus difuntos, entre risas, llantos, música, recuerdan a sus seres queridos quienes ya partieron de este mundo.
Los caminos del Camposanto, se encuentran totalmente transitados por personas, algunas cargando flores y globos y otros más cargando artículos de limpieza, es el día en el que los difuntos bajan y pasan tiempo con sus familias.
Cada año muchas familias colocan ofrendas y altares decorados con flores de cempasúchil, papel picado, calaveritas de azúcar, pan de muerto, mole o algún platillo que le gustaba a sus familiares a quien va dedicada la ofrenda, y al igual que en tiempos prehispánicos, se coloca incienso para aromatizar el lugar.
Asimismo, las festividades incluyen adornar las tumbas con flores y muchas veces hacer altares sobre las lápidas, lo que en épocas indígenas tenía un gran significado porque se pensaba que ayudaba a conducir a las ánimas a transitar por un buen camino tras la muerte.
La tradición también indica que, para facilitar el retorno de las almas a la tierra, se deben esparcir pétalos de flores de cempasúchil y colocar velas trazando el camino que van a recorrer para que estas almas no se pierdan y lleguen a su destino. En la antigüedad este camino llegaba desde la casa de las familias hasta el panteón donde descansan sus seres queridos.