En una festividad llena de fervor y espiritualidad, la Lomita de Culiacán se iluminó con la devoción de miles de personas que se congregaron para celebrar el Día de la Virgen de Guadalupe. El ambiente vibró con emoción mientras cientos de puestos adornaban el lugar, ofreciendo una variada gama de objetos religiosos, velas, flores y comida.
Entre la multitud, destacaba Jesús Rivera, un devoto cuya conexión con la virgen trascendía lo convencional, pues sostenía en sus manos una piedra con la figura de la Virgen de Guadalupe, asegurando que esta le apareció en un momento crítico de su vida, cuando enfrentaba una enfermedad grave. Para él, la piedra no solo era un objeto, sino un testimonio tangible de un milagro que transformó su salud.
La comunidad se unió en oración, agradecimiento y admiración, buscando la intercesión de la Virgen para obtener milagros y bendiciones. La energía espiritual llenó el aire mientras miles de voces se alzaron en cánticos y plegarias. La devoción y la fe se manifestaron en cada rincón, creando un ambiente sagrado y lleno de esperanza.
En este día especial, la Virgen de Guadalupe fue el faro que guió a la comunidad a través de la celebración, recordándoles la importancia de la fe y la unidad. La Lomita de Culiacán se convirtió en un punto de encuentro donde lo divino y lo terrenal se entrelazaron, dejando una huella imborrable en los corazones de aquellos que participaron en esta emotiva celebración.