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05 de Noviembre del 2024
Cultura

Cuatro generaciones de sepultureros en su familia

Cuatro generaciones de sepultureros en su familia
Por: Edith González Zamarripa
Torreón
01-11-2024

Recuerdos, nostalgia y despedidas dolorosas es lo que significa para muchos entrar a un cementerio; para otros, como Higinio García, es su lugar de trabajo. Higinio representa la tercera generación de su familia que labora en el panteón y ha transmitido esta tradición a sus hijos, quienes representan ya la cuarta generación en el oficio.

No recuerda en qué año entró a trabajar su abuelo, pero cree que fue alrededor de 1930. Por azares del destino él ingresó como velador al Panteón Municipal Número 1, mientras que su padre es la primera generación de sepultureros, legado que continúan sus hijos, Eduardo y Luis.

"Veníamos muy seguido con mi papá, le ayudábamos y andábamos ahí cargando y luego de aquí nos íbamos a la escuela; a la salida, si había trabajo, veníamos otra vez a ayudarles y se nos hizo costumbre, nos gustó el trabajo, o sea, es un trabajo muy bonito", cuenta.

El manejo de las emociones ha sido esencial en este trabajo, ya que preparar la última morada y presenciar el dolor de tantas despedidas nunca es fácil. Sin embargo, eso no significa que sea inmune al sufrimiento.

"Lo más difícil es cuando uno entierra sus propios familiares, el año pasado me tocó sepultar a mi madre el año antepasado, a mi padre el año pasado, a mi hermano... es muy difícil".

Incluso cuenta que en una ocasión el suicidio de un menor de 8 años lo afectó al grado de sufrir una depresión, por lo que ahora, cuando una situación lo rebasa, llega a casa, se encierra en un cuarto por un momento y luego sale a realizar sus actividades normales. Otro aspecto poco común de su trabajo y que ha vivido son las experiencias paranormales.

"El señor nomás se nos quedaba viendo sentadito, viendo la fosa donde íbamos a sepultar otro día y resulta que a la persona que sepultamos al siguiente día era él, y él murió a las 11 de la mañana de un infarto ahí en el Centro y a las 5 de la tarde de ese mismo día él estaba con nosotros ahí, no hablaba, no nos decía nada, nomás estaba llorando el señor y viendo dónde iba a quedar", cuenta.

Quienes visitan el camposanto sin la carga de despedir a un ser querido pueden experimentar la paz y serenidad que describen quienes trabajan ahí. El amplio terreno permite escuchar el canto de las aves e incluso el susurro del viento, sonidos que, en medio de tanto dolor, el sepulturero siempre disfruta.





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