El aislamiento social, el temor a la pandemia, la falta de ejercicio y la necesidad de comer que le provoca el encierro, han generado en Liz un círculo vicioso durante este periodo contingencia por el Covid-19, que sin duda, le ha repercutido en su peso corporal.
La joven de apenas 25 años reconocer que al estar en confinamiento en su propio hogar sus hábitos alimenticios se han alterado por diversas circunstancias, pero principalmente por la angustia y preocupación que le ha generado el temor a la pandemia.
"Es algo muy curioso porque uno pensaría que en casa uno está bien, pero se dimensiona de otra manera y se refleja mucho en tus hábitos, principalmente en la forma de que comes. Como estás aquí encerrada y hay un poco de angustia y un poco de incertidumbre, pues uno recurre a la ansiedad de comer, no, de estar comiendo o de mitigar esa angustia con comida".
Señala que al día consume sus tres alimentos normales, pero al estar en casa le ha sumado algunos intermedios, que en muchas ocasiones suele ser comida chatarra.
"En mi caso es el pan dulce, los postres, no, o que vas a la tienda y lo primero que agarras son las papas, los chocolates o algo que mitigue, que te quite ese sabor amargo que tienes por la ansiedad o por el impulso, que uno a veces come por el impulso y por el ocio".
A decir de Liz, otro aspecto negativo que ha observado durante su confinamiento, es su falta de motivación a realizar sus actividades por la falta de roce social.
"El ejercicio en casa muy pocas gente lo hacía, por eso estaban los gimnacios llenos y los aeróbicos llenos, te ibas porque el roce social siempre te motiva a hacer más, pero sí, yo creo que somos muchos hombres y mujeres quienes estamos en encierro y no nos dan ganas de otra cosa más que de tratar ver qué sigue para adelante".
Finalmente, Liz espera que este confinamiento se termine en el menor tiempo posible y confía que, pese a todo, no tenga repercusiones negativas en su salud.