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05 de Noviembre del 2024
Cultura

Sheinbaum y el Legado de Ortiz, Vicario y Sor Juana

Sheinbaum y el Legado de Ortiz, Vicario y Sor Juana

Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta electa, destacó lo desafiante que ha sido para una mujer alcanzar la presidencia, subrayando que han pasado más de 200 años, varias generaciones, y 65 presidentes hombres antes de que hoy se pueda afirmar que México tiene una presidenta. Enfatizó que este logro no es individual, sino que pertenece a todas las mujeres que la precedieron.

Sheinbaum también recordó a destacadas figuras femeninas de la historia de México, como la corregidora Josefa Ortiz, Leona Vicario y Sor Juana Inés de la Cruz, asegurando que su legado la acompañará durante su sexenio. A continuación, te contamos quién fue cada una de ellas.


  • Josefa Ortíz de Dominguez


Josefa Ortiz de Domínguez, conocida como "La Corregidora," nació el 8 de septiembre de 1768 en Valladolid, hoy Morelia, Michoacán. Criada por su tía tras la muerte de su madre, recibió una educación laica y moderna en el Colegio de San Ignacio de Loyola en la Ciudad de México. Allí conoció a Miguel Domínguez, con quien se casó en secreto en 1791 y tuvo catorce hijos. En 1802, se mudaron a Querétaro cuando Miguel fue nombrado corregidor. Josefa, profundamente afectada por la discriminación racial que vivió, se identificó con los ideales independentistas y participó activamente en las conspiraciones que buscaban la independencia de México. Fue ella quien, al enterarse de que la conspiración había sido descubierta en septiembre de 1810, envió un mensaje a Ignacio Allende, lo que aceleró el inicio de la lucha por la independencia.

Josefa fue arrestada y encarcelada varias veces debido a su participación en el movimiento insurgente, lo que le causó separaciones dolorosas de su familia y largos años de encierro. Incluso durante su cautiverio, mantuvo su compromiso con la causa, apoyando moral y económicamente a los insurgentes. Aunque finalmente fue liberada en 1817, su salud quedó gravemente afectada. Pese a las adversidades, se mantuvo fiel a sus ideales y se negó a recibir cualquier reconocimiento o recompensa tras la consumación de la independencia en 1821. La Corregidora continuó su lucha por la justicia, la soberanía y la igualdad hasta su muerte el 2 de marzo de 1829 en la Ciudad de México. Su legado sigue vigente como símbolo de resistencia y valor en la lucha por la independencia de México.

  • Leona Vicario


Leona Vicario, nacida el 10 de abril de 1789 en la Ciudad de México, fue una figura clave en la Guerra de Independencia de México. Educada con esmero, destacó por su inteligencia y determinación. Al unirse a la sociedad secreta "Los Guadalupes", colaboró activamente con los insurgentes, proporcionando información, armas y recursos. Su valentía se hizo evidente cuando, tras ser capturada en 1813, resistió los interrogatorios sin delatar a sus compañeros. Con la ayuda de Ignacio López Rayón, logró escapar y se reunió con Andrés Quintana Roo, con quien se casó y continuó luchando por la causa independentista.

A lo largo de los años, Leona Vicario enfrentó múltiples desafíos, incluyendo la pobreza y la persecución, pero nunca cedió a las ofertas de indulto de los realistas. En 1831, tras ser criticada por Lucas Alamán, defendió su compromiso con la libertad y la patria en una carta célebre. Leona falleció el 21 de agosto de 1842, y en 1925, sus restos fueron trasladados a la Columna de la Independencia, donde reposan como homenaje a su legado en la historia de México.

  • Sor Juana Inés de la Cruz


Juana Ramírez de Asbaje, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, nació en San Miguel Nepantla, probablemente en 1651, y mostró desde muy pequeña un notable amor por las letras. A los tres años ya sabía leer y a los siete deseaba estudiar en la Universidad de México, lo que no fue permitido por su madre. Ante esta negativa, se dedicó a estudiar por cuenta propia, devorando los libros de la biblioteca de su abuelo. Su inteligencia prodigiosa la llevó a destacarse en la corte virreinal, donde el virrey la sometió a un examen ante cuarenta eruditos, quienes quedaron impresionados por su sabiduría.

Sor Juana ingresó al convento de las Jerónimas en 1669, donde encontró la libertad para dedicarse al estudio y la escritura. A lo largo de su vida conventual, escribió poesía, teatro, autos sacramentales y villancicos, y fue reconocida por su brillantez intelectual. Su obra más importante, Primero sueño, fue publicada en 1692. Sin embargo, en 1693 dejó de escribir y se dedicó a sus obligaciones religiosas. En 1695, durante una epidemia en el convento de San Jerónimo, Sor Juana enfermó mientras cuidaba a sus hermanas y falleció el 17 de abril de ese año.





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