Además del dolor de perder a su hijo menor, la señora Eva Ochoa tuvo que aguantar 16 meses para que el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses le entregara el cuerpo del joven darle sepultura.
La tragedia que enfrentó la familia Ochoa comenzó el 15 de mayo de 2019, cuando Miguel Ángel, un joven sordo de 22 años, le dio un beso en la mejilla a su madre y salió de casa en la colonia López Cotilla de Tlaquepaque, para ir a su trabajo como mesero en un puesto de tacos.
Miguel Ángel nunca volvió, pues un grupo de sujetos desapareció el propietario de la taquería, junto con su hijo, y también se llevaron a Miguel Ángel. Cuatro días después sus restos fueron localizados en una fosa clandestina en Santa Anita. El cuerpo estaba incompleto.
"No está completo, nada más está su cabeza, una parte de costilla y una pierna; ya para tener un lugar a donde ir a llorarle, yo sé que su cabeza es lo principal", comentó sollozando mientras esperaba afuera del IJCF a recibir el cuerpo de su hijo.
Pero aunque quedó plenamente identificado con pruebas genéticas en octubre de 2019, pasaron los meses y en dos ocasiones se canceló, de último minuto, la entrega del cuerpo, aunque la familia ya había invertido en los gastos funerarios y los vecinos esperaban en el templo para darle el último adiós a "Yeyo", como llamaban cariñosamente a Miguel Ángel.
"Ahorita creo que ya ahora sí por fin nos van a entregar a mi niño, nada más estamos esperando, esperemos que no sea como las otras dos veces que nos lo iban a entregar y no nos lo habían entregado, ahorita espero en Dios que ya me lo den", decía esperanzada.
La abuelita de Miguel Ángel no pudo darle el último adiós, pues la señora Eva asegura que murió de tristeza tras la desaparición de su nieto y falleció antes de que las autoridades les entregaran sus restos.
Finalmente, este pasado sábado 6 de febrero, después de 16 meses de espera, Eva acudió al SEMEFO vestida con una amplia camisa azul con imágenes de superhéroes, la playera favorita de su Ángel, para recoger sus restos y llevarlo a enterrar a un lugar cerca de casa, donde quienes lo conocieron podrán ir a recordarlo y llorar por la trágica forma en que les fue arrebatado.
Los seres queridos de Miguel Ángel lo recuerdan como un joven alegre, inocente, con una conexión especial por los animales y la naturaleza. Aprendió la lengua de señas mexicana en la Asociación Deportiva Cultural y Recreativa Silente de Jalisco, en la zona de La Normal, y desde pequeño aprendió a leer los labios y decir algunas palabras. Era ocurrente, imaginativo y muy cariñoso.
Miguel Ángel fue víctima de la violencia que atraviesa al país y su familia, encima del dolor de la pérdida, tuvo que enfrentar una crisis forense que persiste en el IJCF, donde según cifras oficiales se acumulan cerca de dos mil cuerpos de personas fallecidas que no han sido identificadas.