La calle Cerrada Río Calderón del Fraccionamiento Urbi Quinta, de Tonalá, Jalisco luce desolada, una sensación de incertidumbre y temor se percibe en el aire, tras el asesinato del comandante de la Policía de Guadalajara, Sergio Rivas Mejía.
"Tengo mucho miedo y estoy muy nerviosa. Esto nunca había pasado aquí", confiesa con la voz quebrantada una vecina del comandante.
A su cargo estaba el polígono 6. A decir de los vecinos, él y dos policías que lo escoltaban fueron atacados desde tres flancos distintos. Rivas Mejía bajó de la patrulla y se quitó el chaleco antibalas. Inmediatamente un transformador de energía eléctrica fue estropeado, lo que provocó que en la zona se fuera la luz, fue entonces cuando comenzó la agresión.
"Se escuchó como una explosión y después tronó el transformador y se fue la luz. Después se escucharon muchos disparos, como si fuera una ristra de cuetes o un castillo de fuegos artificiales", narra un colono de Urbi Quinta.
Una ráfaga de detonaciones de armas de fuego cortas y largas, hizo eco en el fraccionamiento. Y aunque los disparos duraron aproximadamente dos minutos, para los vecinos, pasó como una eternidad; invadidos de pavor, algunos corrieron a esconderse a sus recámaras, debajo de las camas y a tirarse sobre el piso para evitar que una bala perdida les hiriera.
"Yo corrí con mis hijas a tirarme al piso, una de ellas se metió abajo de la cama. Después salí y la esposa del comandante estaba llorando y le gritaba que por qué se había quitado el chaleco. Todavía se le veía que le salía humo de las heridas".
Eran más de diez sicarios, todos con arma en mano abordaron dos camionetas blancas de modelo reciente y a toda velocidad se dieron a la huida. Un silencio abrupto, sobrevino, algunos habitantes de las casas aledañas a la del comandante, salieron. Observaron a los tres uniformados tirados sobre el piso. Dos de ellos ya sin vida, con lesiones de disparos que tapizaban sus cuerpos de Mejía y el del oficial Ramiro Alejandro Delgado Pérez, y uno más semi inconsciente.
"Era un vecino amabale. Siempre daba los buenos la días. Tenía dos niñitas. Cuando pasó la balacera salimos y todo estaba oscuro, se veían los cuerpos tirados en el suelo".
Luego de este evento trágico, los vecinos con quienes el equipo de Mega Noticias, tuvo oportunidad de conversar, coinciden en que ahora tienen temor de habitar en Urbi Quinta. Hay quienes no se animan a salir de sus casas, ni siquiera a abrir sus puertas. Varios vehículos tienen impactos de bala y los cristales quebrados a causa de ello, de de igual manera las casas, presentando boquetes de 5 a 10 cm de diámetro generados por los disparos, así como ventanas rotas. La calle Cerrada Río Calderón, ahora se asemeja, casi, a un pueblo fantasma