En la frontera de Tijuana con Estados Unidos, aguardan miles de desplazados mexicanos con la esperanza de poder acceder a una visa humanitaria que les permita tener una vida más segura.
Familias completas huyeron de sus ciudades de origen, principalmente de Guerrero y Michoacán, por la violencia que impera a manos del crimen organizado en total impunidad.
El Senador, Emilio Álvarez Icaza, visitó algunos albergues en donde pudo percatarse de las situaciones extremas en las que vivían los afectados, en localidades principalmente de la Región Tierra Caliente.
Entre los testimonios que el Senador conoció durante su estancia, destaca el de dos mujeres michoacanas que decidieron dejar todo para protegerse a ellas y a los integrantes su familia, o al menos a quienes aún no habían sido víctimas de las células delincuenciales.
Recuerda la plática que tuvo con una de ellas:
?Una señora muy humilde. Ella tenía un negocio de pollo, por el que comenzaron a cobrar 'Derecho de piso". Decidió moverse a cinco distintas comunidades, en las cinco la siguieron. Dejó el pollo y empezó a intentar sobrevivir cortando limones. Llegó el tiempo en que los señores del narco pusieron reglas e impidieron que se cosechará el limón, para subir el precio. Solo permiten que se corte dos veces a la semana, aunque se pudra. Comenzaron a cobrar cuota a las personas que cortan el limón, a los rancheros y a los de transporte. Ella, llegó un momento en que ya no pudo más y salió huyendo por las amenazas?.
Otro testimonio, también de una mujer originaria de la Región Tierra Caliente de Michoacán, relata que semanalmente le cobraban un cuota por vivir en su propia casa:
?Me cobran $200 pesos por vivir en mi casa. Tienen listas y gente del municipio. Si uno no paga, entonces va siendo peor. Cuando llegaron para decirme que se iban a llevar a mis hijos, yo ya salí corriendo?.
La mujer llegó a Tijuana con dos menores varones de 15 y 13 años.
Las historias como esta se multiplican, y se suman algunas más dolorosas que relatan homicidios de hijos, hermanos y esposos, además de amenazas de muerte para quienes decidan regresar.
En la frontera, comienza la vida precaria para los desplazados, quienes tienen mayor suerte viven en los albergues, pero quienes no, se hospedan en las calles al acecho de otros victimarios, además de los halcones que los siguen y continúan amedrentando.
"Tienen mucho miedo porque han encontrado gente de sus pueblos de origen, que están vinculados a los malandros, que las han visto (en Tijuana). Entonces las siguen". Lamentó el Senador.
Han sido presentadas iniciativas con políticas públicas que atiendan de manera integral la problemática, reconociendo y atendiendo el fenómeno; interviniendo antes, durante y después ;desestructurando la violencia; brindando certeza jurídica y generando desplazamientos seguros. Sin embargo el gobierno federal y su falta de empatía contrastan con la realidad.