La segunda caravana migrante que ingresó al país el pasado 29 de octubre en busca del "sueño americano", permanece en Matías Romero, Oaxaca, por segundo día consecutivo. Sus integrantes se quejan de estar abandonados y de no recibir la atención médica y humanitaria que tuvieron sus antecesores.
De acuerdo con la organización Pueblo Sin Fronteras, la autoridad municipal les permitió permanecer en el estadio Ferrocarrilero un día más, lo que aprovecharán para descansar y esperar que vecinos de la zona y la Iglesia católica les ofrezca alimentación.
Los organizadores estimaron que la segunda caravana está integrada por cerca de mil 200 personas que se han concentrado en la explanada del estadio municipal en un campamento cubierto por dos lonas, y se prevé que este día se sume un grupo de tres mil salvadoreños que ingreso de manera posterior al país, a fin de fortalecer el grupo.
En el lugar hay familias integradas por niños, aunque el grueso lo componen hombres jóvenes provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador que se mantienen firmes en el deseo de llegar a la Ciudad de México y de manera posterior a Estados Unidos, ello, pese a que la víspera fueron detenidos por el Instituto Nacional de Migración (INM), algunos miembros que se dispersaron de la caravana, aunque se desconoce el número exacto.
A diferencia de la primera caravana, está no cuenta con la atención constante de las autoridades municipales y federales, tampoco de organizaciones civiles, no tienen instalaciones sanitarias ni ambulancia que atienda a los enfermos, por lo que aún cuando hay integrantes que padecen enfermedades, han decidido no buscar atención médica por temor a ser deportados.
Luis, uno de los organizadores, atribuye la falta de atención al mal comportamiento de los integrantes de la primera caravana, "por uno pagamos todos, nosotros recogemos la basura, no desperdiciamos, pero la gente ya se quedó con la imagen de los primeros que hacían desmanes y pedían dinero en las calles, es injusto, este grupo se ha comportado", explicó.
Afirmó que a diferencia del primer grupo (que permanece en la Ciudad de México), ellos han tenido que caminar largos trayectos, porque cada vez menos transportistas les permiten subir a sus unidades.