Los episodios de alta turbiedad del agua que ocasionan fenómenos agudizados por el cambio climático como el deshielo y los sistemas frontales desafían a las compañías que abastecen en Chile de este bien esencial, que trabajan en planes de resiliencia para enfrentar emergencias y evitar cortes en el suministro.
Cuando ocurren estos sucesos climáticos, la turbidez de los caudales sube muy por encima de lo que una planta de producción de agua potable es capaz de procesar y dificulta la provisión de este bien a los ciudadanos.
Así ocurre con el deshielo, que se ha acentuado con el aumento de las temperaturas debido al cambio climático y cada vez es mayor el derretimiento de los glaciares, lo que provoca un incremento en el volumen de deslizamientos de tierras, que arrastran lodo y sedimento hacia los ríos.
Lo mismo sucede con los sistemas frontales, cuyos efectos se han intensificado con el cambio climático, ya que se ha elevado la isoterma, con lo que hoy llueve en zonas en que tradicionalmente nevaba, provocando igualmente deslizamientos de tierra que terminan llenando los ríos de lodo.
Adicionalmente, fenómenos extraordinarios como los llamados "ríos atmosféricos", inusuales pero no directamente achacables al cambio climático, según algunos expertos, provocan sucesos de lluvia extrema que generan también altos niveles de turbiedad en los ríos.
"El aumento de las temperaturas y la ocurrencia de tormentas de verano ciertamente incrementan la amenaza de eventos de turbidez. La única forma de mantener o disminuir el riesgo de cortes de agua potable en Santiago es disminuir decididamente la vulnerabilidad del sistema, con medidas estructurales y la gestión de este recurso", dijo a Efe el subdirector del centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia de la Universidad de Chile, René Darío Garreaud.
LA GESTIÓN ANTE EVENTOS EXTREMOS
Ante una situación así se encontró a finales del pasado enero la compañía Aguas Andinas, participada por el grupo Suez y principal gestora del servicio de abastecimiento de agua y saneamiento en la Región Metropolitana, en la que se ubica Santiago de Chile, que se vio obligada a activar fuentes de suministro de respaldo.
La capital sufrió entonces unas lluvias extremas que provocaron una fuerte turbiedad en el agua proveniente de los ríos Maipo y Mapocho, principales fuentes de abastecimiento del recurso hídrico que usa la compañía para los 7 millones de habitantes de la Región Metropolitana.
"Este arrastre (de lodo y sedimentos) hace que las plantas de producción no puedan funcionar y hay que cerrarlas para poder protegerlas y que no haya un daño mayor en la infraestructura, porque si se dañan estas plantas la reparación sería de meses" y el suministro quedaría comprometido, explicó a Efe la gerenta general de Aguas Andinas, Marta Colet.
Con las plantas cerradas, la empresa, que cuenta con casi 2,2 millones de clientes (que en número de personas equivale a abastecer a la práctica totalidad de la población de la región), activó como fuentes de respaldo unos megaestanques que abarcan la superficie de 50 campos de fútbol y acumulan 1.500 millones de litros de agua, una infraestructura hidráulica inaugurada en noviembre de 2020 que concede 34 horas de autonomía a Santiago de Chile ante imprevistos.
Ello se complementó con medidas de gestión en la distribución de la red, todo en base a un plan de resilencia ante los efectos del cambio climático en el que la compañía invirtió cerca de 150 millones de dólares desde 2013 en pozos y estanques de almacenamiento de agua potable hasta alcanzar las 34 horas de autonomía en caso de emergencia.
"Pudimos enfrentar este evento con esa capacidad pero no sólo es una cuestión de infraestructura sino que fue muy importante la gestión de la crisis en sí. Fue una combinación de inversión y gestión lo que nos permitió salir de la crisis con una afectación muy puntual y concreta que fue el corte de suministro a 4.000 clientes por un periodo de tiempo muy corto", explicó Colet.
La compañía trabaja para que la autonomía alcance como mínimo las 48 horas para el año 2024 mediante una inversión de otros 500 millones de dólares para los próximos cinco años.
LA SEQUÍA, EL RETO MÁS COMPLEJO
El contraste con los fenómenos de lluvia extrema, Chile enfrenta una sequía creciente que dificulta alimentar el caudal de los ríos, rellenar los acuíferos subterráneos, embalses y estanques, poniendo en riesgo el suministro de agua potable.
De acuerdo al último Balance Hídrico Nacional, se espera que la disponibilidad de agua experimente entre 2030-2060 una disminución será en torno a 50 % en el norte y un 40 % para la zona macro sur.
"Sin duda que la sequía y la escasez es el reto más complejo. Llevamos unos años trabajando en levantar un conjunto de soluciones, como un plan de eficiencia hidráulica destinado a evitar fugas en la red y en aspectos de agua regenerada", dijo Colet.
A esto se suman otras acciones como la infiltración artificial de acuíferos y el fomento del consumo responsable entre los ciudadanos.
"Frente al desafío de la disminución de las precipitaciones debe hacerse un esfuerzo colectivo. Muchas de las soluciones van por hacer un uso más eficiente del agua", apuntó Garreaud. EFE
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