En las canchas de tierra de Santa Ana Tlapaltitlán, donde el polvo se levanta con cada patada y el sol golpea con fuerza, una pequeña de 10 años llamada Ximena Flores corre con determinación, dejando atrás los estereotipos de género y desafiando las reglas no escritas del fútbol llanero.
Ximena es una de las tres niñas que forman parte de un equipo mixto, una rareza en este ámbito donde la masculinidad impera. Desde que comenzó a jugar, ha tenido que enfrentarse a los comentarios de los varones que dudan de su fuerza por ser mujer. "No le pega duro", dicen algunos. "Las niñas no saben jugar", murmuran otros.
Sin embargo, Ximena no se deja intimidar. Su pasión por el fútbol la impulsa a seguir adelante, a driblar con habilidad y a patear con potencia.
Detrás del talento de Ximena está el apoyo de su entrenador, quien busca romper con las tradiciones y crear un espacio donde la inclusión sea la norma. Para él, el fútbol es un deporte para todos, sin importar género, raza o condición social.
Sus padres, orgullosos de su hija, la alientan a seguir su sueño de convertirse en una campeona del mundo, como su ídola Alexia Putellas. En sus ojos, Ximena no solo es una niña talentosa, sino también un símbolo de esperanza para un futuro donde las niñas tengan las mismas oportunidades.
Desde el llano se está escribiendo una nueva historia. Una historia donde las niñas no son sólo espectadoras, sino protagonistas del deporte más popular del mundo.