El Estado de México, con sus 17 millones de habitantes, no es ajeno a la crisis climática global. En la última década, la entidad ha experimentado un aumento del 18.08% en la emisión de gases de efecto invernadero, cifra que se traduce en 56 mil 886 millones de toneladas equivalentes de CO2.
Las microexpresiones de este cambio son evidentes: modificaciones en el periodo de precipitaciones, pérdida acelerada de bosques y vegetación, e incendios forestales cada vez más frecuentes e intensos, todos ellos asociados a las alteraciones climáticas.
Uno de los impactos más visibles del cambio climático en el Estado de México es la proliferación de incendios forestales. Estos desastres naturales están estrechamente relacionados con el aumento de las temperaturas, que crea condiciones más secas y propicias para la propagación del fuego. Según datos del Sistema de Información Forestal para la Gestión Sustentable, en el último año se registraron más de 500 incendios forestales en el Estado de México, afectando miles de hectáreas de bosques y áreas naturales protegidas. Las consecuencias a nivel social y económico no se hacen esperar.
La escasez de agua, la pérdida de biodiversidad y la degradación del suelo amenazan la seguridad alimentaria y el desarrollo económico de la entidad. Se estima que para 2050, el cambio climático podría reducir el PIB del Estado de México hasta en un 10%. El cambio climático es una realidad, pero no es un destino inevitable. En nuestras manos está construir un futuro más verde y resiliente para el Estado de México.