Un nuevo estudio revela que los grandes tiburones también pueden ser depredadores entre sí.
Publicado en la revista Frontiers, el estudio detalla el primer caso documentado de la muerte de una hembra preñada de marrajo sardinero (tiburón que habita en aguas templadas y frías) que parece haber sido cazada por un tiburón blanco, un depredador mayor.
Investigadores de la Universidad Estatal de Arizona realizaron un extenso seguimiento de tiburones, incluyendo la colocación de etiquetas en marrajos sardineros para rastrear sus movimientos. La etiqueta de una hembra preñada, que fue ingerida y luego excretada por un depredador, proporcionó la evidencia clave para este hallazgo. La autora principal del estudio, Brooke Anderson, destaca que este es el primer caso conocido de depredación de marrajo sardinero.
Los marrajos sardineros, que pueden alcanzar hasta 3,7 metros de largo y 230 kilos, están clasificados como especie en peligro en la Lista Roja de la UICN. Esta especie tiene un ciclo reproductivo lento, con hembras que se reproducen cada uno o dos años, lo que agrava la preocupación sobre su recuperación. La pérdida de una hembra preñada no solo afecta a ese individuo, sino también a sus crías en desarrollo.
El estudio encontró que, tras ser devorada, la etiqueta de seguimiento comenzó a transmitir datos desde la superficie solo cuatro días después del evento, sugiriendo que el tiburón fue cazado por un depredador mayor. Los investigadores identifican al gran tiburón blanco como el principal sospechoso, aunque el marrajo común también podría haber sido el depredador.
Este descubrimiento pone de manifiesto la complejidad de las interacciones entre grandes depredadores marinos y subraya la necesidad de continuar investigando estas dinámicas. Anderson señala que comprender cómo y con qué frecuencia estos tiburones se cazan entre sí puede ofrecer valiosos insights sobre los impactos en cascada en el ecosistema marino.
Los avances tecnológicos en el rastreo y la monitorización de la fauna están revelando nuevas facetas de la vida marina, y este caso destaca cómo las interacciones entre grandes predadores pueden ser más complejas de lo que se pensaba anteriormente.