Desde hace siete años, Natalia no ha podido ver a su hijo Abner. La guarda y custodia del niño, que en aquel entonces tenía cuatro años, están en manos de los abuelos paternos, y aunque el Juzgado Familiar ordenó convivencia con la madre, esta no se ha hecho efectiva.
Fue un fin de semana, cuando se llevaron al niño a Zacatecas, donde vivía su papá, y aunque volvieron a Torreón nunca más lo regresaron a Abner a su casa. Tras llevar el caso a los juzgados se ordenó que la madre tuviera contacto con el menor, pero la familia paterna no lo permitió y ante el desacato, el juez amenazó con quitarles al menor para entregarlo a su madre. Sin embargo, Natalia se opuso para no afectarlo, pues temía que el niño volviera a sufrir la separación de quienes lo cuidan, como sucedió en el pasado.
"No voy a hacer que mi hijo pase por lo que ya pasó entonces prefiero su brillo, yo soy ya soy una persona adulta y soy consciente y yo puedo aguantar más que un niño de 11 años", dijo Natalia.
La violencia vicaria se caracteriza por el sufrimiento infligido a una persona a través de sus hijos, el desprestigio, la venganza y otros actos donde jamás se considera el bienestar de las verdaderas víctimas.
"Por egoísmo, porque no le arrebataron a una madre a su hijo, le arrebataron a un hijo a su madre, fueron violentado los derechos del menor, olvídense de mí, los derechos de mi hijo han sido violentados", relata.
Natalia no se rendirá. No lo ha hecho en los últimos siete años y seguirá luchando hasta que le den la oportunidad a su hijo de conocerla, de que sepa de su lucha incansable y de que entienda cuánto lo ama. Ella quiere que él decida si quiere tenerla en su vida o no.
"No he dejado de luchar por él, aquí esta tu abuelita, tus tías, tus primos (...) siete años sin ti han sido muchos, pero aquí voy a estar", finalizó.