El crecimiento descontrolado de la basura espacial se ha convertido en una preocupación mundial.
Actualmente, hay más de 30,000 fragmentos de más de 10 centímetros en órbita y alrededor de un millón de desechos de más de un centímetro, según el último informe del Comité Interinstitucional de Coordinación de Basura Espacial (IADC). Estos residuos representan un peligro para los satélites en funcionamiento y para la seguridad de las misiones espaciales.
Durante la reciente reunión de la Oficina de la ONU para Asuntos del Espacio (Unoosa) en Viena, expertos alertaron sobre los riesgos de colisión que pueden generar una reacción en cadena de impactos descontrolados, lo que podría hacer inoperables importantes sistemas satelitales. Aarti Holla-Maini, directora de Unoosa, enfatizó la urgencia de encontrar soluciones, ya que en las últimas dos décadas la actividad espacial se ha multiplicado por diez.
Unoosa trabaja en la coordinación de esfuerzos internacionales para abordar esta crisis promoviendo la cooperación entre gobiernos y empresas privadas. En 2019, el Comité de la ONU sobre los Usos Pacíficos del Espacio adoptó una guía de sostenibilidad espacial con medidas para reducir la generación de basura, pero su aplicación es voluntaria y depende de cada país. La Unión Europea ha sido la única en transformar algunas de estas directrices en regulaciones obligatorias.
En Estados Unidos, por ejemplo, ya se han establecido normas que exigen que los satélites en órbita baja sean retirados dentro de los cinco años posteriores al fin de su vida útil. No obstante, sigue sin haber un acuerdo global para la gestión de estos desechos. Emiratos Árabes Unidos ha propuesto crear una plataforma para compartir información sobre satélites y alertas de colisión, con el objetivo de mejorar la seguridad espacial.
El aumento en el número de satélites en órbita, especialmente por iniciativas privadas como Starlink, que cuenta con unos 6,000 dispositivos en funcionamiento, ha intensificado el debate sobre la regulación y el manejo de desechos espaciales. Aunque algunos proponen restringir las operaciones privadas, la directora de Unoosa señala que la clave es mejorar la coordinación global en lugar de limitar el crecimiento del sector.
Las soluciones no solo pasan por la prevención, sino también por la eliminación activa de desechos. Empresas especializadas como la japonesa Astroscale y la suiza Clear Space están desarrollando tecnologías para limpiar la órbita terrestre, aunque aún falta incentivar financieramente estos proyectos. Japón y Nueva Zelanda son los únicos países que han establecido directrices para conceder licencias de retiro de basura espacial.
Un tema clave en este debate es quién debe pagar por la limpieza del espacio. Aunque algunos defienden la aplicación del principio "quien contamina, paga", la falta de consenso dificulta la implementación de medidas concretas. Holla-Maini advierte que no está claro si los principales responsables son los grandes objetos lanzados por gobiernos en el pasado o los pequeños satélites comerciales que se envían actualmente.
El desafío de la basura espacial requiere cooperación internacional y acciones inmediatas. A medida que más países y empresas dependen de la tecnología satelital, garantizar la seguridad del espacio exterior se vuelve una prioridad global. Sin embargo, sin un consenso entre las naciones, el problema seguirá creciendo, poniendo en riesgo el futuro de la exploración y comunicación espacial.