En diversas tradiciones cristianas, como el catolicismo, la ortodoxia y el anglicanismo, se conmemora un periodo litúrgico conocido como la Cuaresma
Este tiempo especial, cargado de simbolismo, evoca los cuarenta años que el pueblo de Israel vagó por el desierto en su travesía hacia la tierra prometida, según narra el Antiguo Testamento. Asimismo, se inspira en los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, enfrentando tentaciones, según los evangelios. La Cuaresma, que abarca un periodo de cuarenta días previo a la Pascua, invita a los fieles a un proceso de reflexión, conversión y preparación espiritual, y se distingue por tres prácticas fundamentales que a continuación explicaremos con mayor profundidad.
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Ayuno.- Una disciplina que trasciende la mera privación de alimentos o bebidas. No se trata únicamente de abstenerse de lo material, sino de emprender un esfuerzo consciente por despojarse de actitudes y comportamientos que alejan del crecimiento espiritual, como el egoísmo, la vanidad, el orgullo, el rencor, la pereza o cualquier exceso que domine la voluntad. Incluso se promueve la abstinencia de placeres legítimos y buenos, como un acto de sacrificio voluntario cuyo propósito es "reparar los pecados" y fortalecer la disciplina interior. Por ejemplo, durante estos cuarenta días, una persona podría decidir renunciar a escuchar a su cantante favorito, evitar salir de fiesta o dejar de lado alguna actividad recreativa que le brinde satisfacción, todo ello como una ofrenda personal y un medio para enfocarse en lo esencial.
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La limosna.- Va más allá del acto literal de dar dinero o bienes materiales. En un sentido más amplio y figurado, la limosna se entiende como una disposición generosa del corazón hacia los demás. Implica ofrecer ayuda a quien la necesita, ya sea mediante actos concretos como alimentar al hambriento, vestir al desamparado o consolar al afligido, o a través de gestos menos tangibles pero igualmente valiosos: enseñar al que no sabe, compartir un consejo sabio con quien lo solicita, o simplemente estar disponible para escuchar y acompañar.
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La oración.- Considerada por muchos como el pilar que sostiene las otras dos. Según diversas fuentes católicas, la oración es el fundamento esencial de la Cuaresma, pues "sin ella, ni el ayuno ni la limosna podrían sostenerse por sí solos; colapsarían bajo su propio peso". Este acto de comunicación con lo divino es visto como una respuesta del ser humano a Dios, quien, según la tradición cristiana, se manifiesta y habla a través de las Escrituras, los acontecimientos de la vida y la voz interior de la conciencia. Más aún, la oración se percibe como un encuentro íntimo en el que Dios no solo se comunica, sino que se revela plenamente a quienes lo buscan.
La Cuaresma comienza con la imposición de ceniza, conocida como "Miércoles de Ceniza", un momento para reflexionar sobre la fragilidad de la vida humana y nuestra mortalidad
En los primeros siglos, no existía una "Cuaresma" formal de 40 días. Los cristianos practicaban un ayuno breve antes de la Pascua, generalmente de uno a tres días, como preparación para la celebración de la resurrección de Cristo. Sin embargo, hacia el siglo II, algunas comunidades cristianas, como las de Alejandría y Roma, comenzaron a extender este periodo de ayuno más allá de los pocos días iniciales. Así nació la idea de una semana de preparación, conocida como la "Semana Santa" primitiva.
En tiempos antiguos, el ayuno era bastante estricto, permitiendo solo una comida al día, generalmente al atardecer. Durante este tiempo, se evitaba el consumo de carne, pescado, lácteos y vino. Algunos se limitaban a pan, agua, sal y vegetales. Aquellos que habían cometido pecados graves, como renunciar a la fe o adulterio, eran sometidos a penitencia durante este período. Se les imponían ropas ásperas, recibían cenizas y, tras su reconciliación, eran readmitidos en la comunidad en Pascua.
En Alejandría, el ayuno era más riguroso, ya que algunas comunidades lo extendían más allá de los 40 días, llegando hasta 50 o 60, según la tradición local