Un descubrimiento arqueológico en la cueva de Tlayócoc, ubicada en Carrizal de Bravo, Guerrero, ha llamado la atención de expertos y ha generado un gran interés en la comunidad científica
El joven guía Adrián Beltrán Dimas y la espeleóloga rusa Yekaterina Katiya Pavlova exploraron un pasaje sumergido y desconocido de la cueva, lo que los llevó a una sala con un conjunto de piezas prehispánicas que incluyen brazaletes de concha y discos de piedra negra similares a espejos de pirita.
El descubrimiento consiste en 14 objetos arqueológicos, entre ellos tres brazaletes de concha, un fragmento de pulsera, una concha de caracol gigante y ocho discos de piedra, dos de ellos completos y seis fragmentados.
Los brazaletes fueron manufacturados a partir de conchas de caracol marino, posiblemente de la especie Triplofusus giganteus, y presentan grabados de símbolos y figuras antropomorfas, como motivos en forma de "S" (xonecuilli), líneas en zigzag, círculos y rostros de perfil
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), estos objetos datan del periodo Posclásico, entre los años 950 y 1521 d.C., y podrían estar ligados a la etnia extinta de los tlacotepehuas. El hallazgo es de gran relevancia para entender las nociones simbólicas, aspectos culturales y de manufactura de las sociedades prehispánicas en la sierra de Guerrero.
El INAH ha registrado los objetos en sus bases de datos y ha iniciado una campaña para promover la concienciación y preservación del patrimonio biocultural en la comunidad de Carrizal de Bravo. Además, se realizará un estudio sobre el estado de conservación de las piezas encontradas, a cargo del área de Restauración del Centro INAH Guerrero.
Algunos de los brazaletes guardan similitudes con piezas halladas en sitios arqueológicos guerrerenses como El Infiernillo, en Coahuayutla, y de regiones más alejadas como la Huasteca
La comunidad de Carrizal de Bravo, ubicada a 2,397 metros sobre el nivel del mar, ha sido poco estudiada en términos de su historia y cultura. Este descubrimiento marca la primera vez que investigadores del INAH visitan la zona, lo que abre nuevas oportunidades para comprender mejor el patrimonio cultural de la región