El sabor picante del chile se debe a una molécula presente en su estructura de denominada capsaicina, la cual se encuentra en la piel y semillas que podría ser útil para combatir la obesidad. La capsaicina es una molécula presente en el chile, y ya estamos acostumbrados a esta sensación de ardor; sin embargo, observamos que también puede tener otros usos, como alternativa para disminuir dolor o inflamaciones, e incluso en herramientas como el gas pimienta, pero la sensación picante sigue presente.
Científicos del Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño del Estado de Jalisco (Ciatej) trabajan en la producción de esta molécula, a fin de combatir la grasa en adipocitos. Jorge Alberto Rodríguez González, investigador de la Unidad de Biotecnología Industrial de dicho centro, explicó que esta ayuda a inhibir la producción en exceso de adipocitos.
Hasta el momento se han investigado los efectos del chile en distintos padecimientos; sin embargo, en este estudio trabajan en un proceso para generar a mayor escala una alternativa contra la obesidad, pero sin producir la sensación de enchilamiento, lo que derivó en la obtención de un análogo denominado olvanil. Los especialistas produjeron capsaicina y otros análogos vía enzimática, para luego evaluar sus propiedades en modelos celulares con adipocitos.
Identificaron que además de reducir los niveles de grasa en los adipocitos, también se logró inhibir la producción de más de estas células, que se multiplican una vez que son incapaces de soportar cierto límite de grasa, expandiéndose en el cuerpo, por ejemplo, en el abdomen.
Los objetos de estudio tuvieron una dieta rica en grasa para producirles obesidad, después se les administró, vía oral, este análogo para ver si la grasa acumulada disminuía con respecto a los que no se les suministraba, y descubrieron las diferencias favorables en cuanto a la reducción de sus niveles de grasa, lípidos y glucosa en la sangre.
Los científicos, de acuerdo con la información del Conacyt, trabajan en la gestión de recursos para realizar pruebas preclínicas y en encontrar mejores formulaciones para medir la toxicidad de estas sustancias. Esta iniciativa también es una oportunidad para generar un producto farmacéutico que pueda ser una alternativa a los tratamientos contra la obesidad.