Ignacio, es uno de los 150 habitantes del Valle de San Juan, una colonia asentada en Ejidos de León, Guanajuato, vive en una casa de lámina con su esposa, hijos y otros familiares, lugar donde la electricidad es intermitente.
No hay calles, drenaje ni agua potable. No tienen un empleo formal. Niños, niñas, mujeres y hombres sufren carencias, viven en asentamientos irregulares.
Como jefe de familia, cada día busca realizar algunas tareas para llevar algo que comer a casa.
Se estima que en estas condiciones hay 1.3 millones de hogares, unos 6.5 millones de mexicanos, que son invisibles para las autoridades.
Los asentamientos irregulares, son tierras sin título legal y no aptas para la construcción, por ello no son dotadas de servicios básicos.
Las causas son: pobreza, crecimiento desordenado, falta de coordinación entre gobiernos e insuficiente oferta de vivienda asequible.
El problema explotó entre 1940 y 1980, paralelo a la industrialización... La población en ciudades pasó de 3.9 a más de 44 millones.
Los más pobres formaron estos asentamientos, surgidos de la ocupación de ejidos, vendidos a un fraccionador, que ofrece lotes y promete regularizarlos...
Otra forma es la invasión, impulsada por organizaciones sociales, que cobran cuotas y gestionan servicios.
El fenómeno siguió creciendo, hoy casi 8 de cada 10 mexicanos viven en zonas urbanas.
Aunque la ley los prohíbe, no detalla las disposiciones jurídicas aplicables a los infractores ni que nivel de gobierno debe sancionar... y la ley agraria permite que las familias se conviertan en propietarias después de varios años, aunque hayan sido ocupadas de mala fe.
Expertos afirman que el comienzo de la solución debe ser el reconocimiento y la inclusión en los planes de desarrollo.