Los líderes de la Unión Europea (UE), que descartaron estar aún en medio de una crisis migratoria, están dispuestos a blindar las fronteras comunitarias para satisfacer a los gobiernos populistas.
El número de entradas ilegales en la UE en 2017 fue un 96 por ciento inferior al registrado en 2015, en el auge de la crisis de refugiados, y se situó en 171 mil 190, menos que los 215 mil 770 anotados en 2014, año previo a la crisis.
"Mi valoración es que no hay tanto una crisis migratoria como una crisis política (...) debido a que partidos anti-inmigración y populistas vienen teniendo mucho éxito electoral", analizó el primer ministro irlandés, Leo Varadkar.
Por su parte, el primer ministro holandés, Mark Rutte, señaló que "aunque los números (de llegadas) están mucho más bajos que en 2015 y 2016, aún no estamos listos para la próxima crisis".
Hay actualmente un "amplio consenso" entre los líderes europeos acerca de la prioridad de cerrar las fronteras europeas y dedicar más fondos a medidas preventivas, indicó Rutte.
En su cumbre más difícil de los últimos años, que arranca este jueves en Bruselas, los Veintiocho tienen previsto dar luz verde a la construcción de plataformas para desembarcar en el extranjero a los sin papeles rescatados en alta mar por buques humanitarios, como el Aquarius o el Lifeline.
"Algunos pensarán que mi propuesta es muy dura. Pero creanme: si no llegamos a un acuerdo sobre esto, llegarán otras propuestas más duras de chicos más duros", advirtió horas antes de la cita el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en alusión a los gobiernos populistas de Italia, Polonia, Hungría y Austria.
La alternativa a su propuesta, sostiene Tusk, sería "un cierre caótico de fronteras, incluso dentro de la UE, así como el aumento de conflictos entre los países miembros" de la mancomunidad.
El plan de la "fortaleza Europa" también pasa por el refuerzo de la guardia costera y de fronteras europeas (Frontex), más financiación a la guardia costera de Libia, acuerdos con países africanos para detener las salidas y más recursos al Fondo Fiduciario para África, dedicado a atajar las causas de la migración económica.
La implementación de cuotas que obliguen a los Veintiocho repartir entre sí los refugiados llegados al territorio europeo, en su mayoría a Grecia e Italia, es idea del pasado.
Vencieron los países del este, que desde la adopción del plan, en noviembre de 2015, han rechazado implementarlo en sus territorios, alegando incompatibilidades culturales y religiosas con los candidatos a asilo, principalmente musulmanes que huyen de las guerras en Siria, Irak, Afganistán o Sudán.
"Mi expectativa es que una vez que lleguemos a un acuerdo sobre cómo controlar más la migración primaria será más fácil ponerse de acuerdo sobre la migración secundaria, ponerse de acuerdo con los países del este sobre cómo repartir la carga dentro de la UE, porque entonces el problema general será menor en términos de cifras", dijo Rutte.
"Si las fronteras son mejor protegidas, el debate sobre la solidaridad entre los países europeos será más fácil", coincidió el primer ministro belga, Charles Michel.
Muchos gobernantes europeos defendieron la idea de buscar pactos migratorios con los países africanos de origen y tránsito de migrantes en los moldes del firmado con Turquía.
La UE aporta recursos y ayuda financiera para que el país mejore sus capacidades de acogida y refuerce el control de sus fronteras para impedir salidas hacia la mancomunidad.
Para el presidente francés, Emmanuel Macron, la cumbre de este jueves trata de "proteger una Europa soberana".
A menos de un año para las elecciones al Parlamento Europeo (PE), que podría marcar un nuevo auge de los partidos populistas, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, sostiene que "este es el momento adecuado para tratar de reconstruir la democracia europea".
"Espero que haremos lo que el pueblo realmente pide: primero, que no entren más migrantes. Y segundo, que los que estén dentro se devuelvan", dijo al llegar a la cumbre.
El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, se dijo dispuesto a bloquear las conclusiones de la cita en caso de que no le satisfaga la posición de sus socios.
"He recibido muchas manifestaciones de solidaridad. Esperamos que esas palabras se transformen en actos. Italia ya no necesita señales verbales, de afirmaciones, sino de actos concretos. Este es el momento de elección para (los demás países de la UE). De mi parte, estoy dispuesto a aceptar las consecuencias", afirmó.