El genocidio, uno de los crímenes más atroces cometidos contra la humanidad, implica la eliminación sistemática de un grupo humano por motivos como raza, etnia, religión, política o nacionalidad. En 2015, la ONU proclamó el 9 de diciembre como el Día Internacional para la Conmemoración y Dignificación de las Víctimas del Genocidio y para la Prevención de este crimen, recordando la Convención contra el Genocidio firmada en 1948.
Con motivo de este día, exploraremos los mayores genocidios que han marcado la historia de la humanidad para recordar las innumerables vidas perdidas
El Holocausto fue un acontecimiento devastador de la Segunda Guerra Mundial, durante el cual los nazis asesinaron a casi seis millones de judíos europeos con el objetivo de erradicar a este grupo del mundo. Sin embargo, la discriminación hacia los judíos tiene raíces más antiguas, remontándose a tiempos bíblicos y la Edad Media. En esa época, los judíos vivían en guetos apartados y enfrentaban exclusión social y laboral, principalmente por razones religiosas, llegando incluso a ser culpados de la muerte de Cristo.
Durante la epidemia de peste en el siglo XIV, fueron perseguidos y expulsados, y en el siglo XIX, surgió la idea de que constituían una "raza distinta"
La derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial intensificó el antisemitismo. Los extremistas de derecha culpaban a los judíos de los problemas económicos y de una supuesta conspiración para tomar el poder mundial. Aunque inicialmente el régimen nazi intentó forzar la emigración de los judíos quitándoles derechos y ciudadanía, fue durante la Segunda Guerra Mundial que se concretó la idea de exterminarlos. Esta decisión se gestó entre líderes nazis de menor rango y fue avalada por Hitler.
En 1941, tras invadir la Unión Soviética, los nazis comenzaron a asesinar masivamente a judíos, sumando cerca de 900,000 víctimas ese año. Para implementar su plan de exterminio, construyeron campos como Belzec, Sobibor y Treblinka, donde las víctimas eran asesinadas en cámaras de gas. Más tarde, intentaron borrar las evidencias desenterrando y quemando los cuerpos.
Auschwitz-Birkenau se convirtió en el campo más notorio, combinando trabajo forzado y exterminio, donde quienes no podían trabajar eran enviados directamente a la muerte
Los cuerpos eran retirados de las cámaras de gas por prisioneros judíos conocidos como Sonderkommandos, quienes estaban obligados a trabajar en el proceso de eliminación de los cadáveres. Inicialmente, estos cuerpos eran enterrados en fosas comunes. Sin embargo, a medida que aumentaba el número de victimas, se construyeron hornos crematorios para incinerar los cuerpos. Aunque, cuando la capacidad de los hornos crematorios no era suficiente para manera el volumen de cadáveres, los nazis ordenaron la quema de cuerpos al aire libre en grandes hogueras o trincheras improvisadas.
En total, los nazis transportaron a millones de judíos en vagones de tren hacia Europa del Este, condenando a la mayoría a morir en condiciones atroces. Además de los judíos, también persiguieron y asesinaron a otros grupos, como opositores políticos, Testigos de Jehová, personas con discapacidades, eslavos, romaníes, sinti y homosexuales. Sin embargo, el genocidio judío se destacó por su objetivo de erradicar por completo a este pueblo.
Aunque no se ha encontrado un documento oficial que ordene el exterminio total, los historiadores coinciden en que la decisión se tomó en 1941
En 1959, tres años antes de la independencia de Ruanda, el grupo étnico hutu derrocó al rey tutsi, marcando el inicio de tensiones étnicas profundas. Miles de tutsis fueron asesinados y unos 150,000 se exiliaron a países vecinos. Décadas después, los descendientes de estos exiliados formaron el Frente Patriótico Ruandés (FPR), un grupo rebelde que comenzó una guerra contra el gobierno hutu en 1990. Este conflicto exacerbó las tensiones heredadas del colonialismo belga, que había favorecido a los tutsis sobre los hutus, y desató una crisis política y económica.
El 6 de abril de 1994, el derribo del avión del presidente Juvénal Habyarimana desencadenó el genocidio
Al día siguiente, los radicales hutus tomaron el poder y organizaron ataques sistemáticos contra los tutsis y los hutus moderados. En solo 100 días, más de 800,000 personas, incluyendo el 75% de la población tutsi, fueron asesinadas por milicias, soldados y civiles. Las mujeres tutsis sufrieron violencia sexual masiva, considerada un arma genocida, lo que dejó a miles de sobrevivientes con traumas y VIH.
El genocidio terminó en julio de 1994 cuando el FPR, liderado por Paul Kagame, derrocó al régimen hutu y estableció un gobierno de unidad nacional. Aunque el FPR sigue en el poder, su liderazgo ha sido controvertido por su longevidad y las reformas constitucionales que permitieron a Kagame mantenerse como presidente.
A nivel internacional, Naciones Unidas y potencias como Francia y Bélgica enfrentaron críticas por su inacción y responsabilidad en el contexto del genocidio
La comunidad internacional tardó en reaccionar. Naciones Unidas redujo su presencia en Ruanda durante el genocidio y solo reforzó su misión cuando ya habían ocurrido las peores atrocidades. Francia admitió en 2021 una "responsabilidad abrumadora" por apoyar al régimen que planeó las matanzas, aunque negó complicidad directa. Bélgica, como antigua potencia colonial, también fue señalada por fomentar divisiones étnicas durante su administración.
El Tribunal Penal Internacional para Ruanda, creado en 1994, marcó hitos importantes al condenar a líderes responsables, incluido el primer ministro Jean Kambanda. También fue pionero al reconocer la violencia sexual como un acto constitutivo de genocidio. A nivel nacional y local, miles de sospechosos fueron juzgados, destacando la abolición de la pena de muerte en 2007 como un paso hacia la reconciliación. Sin embargo, el trauma y las secuelas del genocidio aún persisten en la sociedad ruandesa, 30 años después.
El 17 de abril de 1975, el Jemer Rojo, liderado por Pol Pot, tomó Phnom Penh, la capital de Camboya, derrocando al gobierno proamericano de Lon Nol. En su primer acto como régimen, obligaron a tres millones de habitantes a evacuar la ciudad bajo el pretexto de un supuesto ataque estadounidense. Este evento marcó el inicio de un régimen genocida que, en menos de cuatro años, exterminó entre una quinta parte y un tercio de la población camboyana.
El Jemer Rojo proclamó el "Año Cero" con la intención de crear una sociedad comunista "pura". Esto implicó la destrucción de infraestructuras, la abolición del dinero y el desplazamiento masivo de la población hacia comunas agrícolas. Allí, las personas fueron sometidas a condiciones extremas de trabajo, hambre y vigilancia constante.
Se ejecutaba a cualquiera sospechoso de educación, religión o vínculos con el antiguo régimen, incluso por motivos absurdos, como el uso de gafas
El régimen utilizó métodos de terror para controlar a la población, incluyendo purgas internas, matrimonios forzados y el uso del hambre como arma. Millones murieron por agotamiento, desnutrición o asesinatos masivos en fosas comunes. Sitios como la prisión de Tuol Sleng se convirtieron en símbolos del horror, donde miles fueron torturados y ejecutados. Las purgas también afectaron a sus propios miembros, reflejando una paranoia implacable.
En 1979, Vietnam invadió Camboya, poniendo fin al régimen del Jemer Rojo. Sin embargo, la violencia continuó durante años debido a la resistencia de los jemeres y las tensiones en la región. Solo en la década de 1990, con los Acuerdos de París, comenzó una tímida estabilización. A pesar de esto, las secuelas psicológicas y sociales del genocidio persistieron durante décadas.
Aunque la cifra de las muertes varían según las fuentes, se estima que entre 1975 y 1979, murieron entre 1.5 y 3 millones de personas, lo que representa aproximadamente el 25% de la población camboyana de la época
Los juicios contra los líderes del Jemer Rojo comenzaron tardíamente, en 2005. Solo tres altos cargos fueron condenados por crímenes de lesa humanidad y genocidio, lo que dejó una sensación de justicia incompleta. Organizaciones internacionales criticaron la demora y la limitada rendición de cuentas, calificándola como un proceso insuficiente para las dimensiones del genocidio.