Más de 200 migrantes de diversas nacionalidades fueron deportados de Estados Unidos el miércoles 22 de enero de 2025, a través de la garita Dennis DeConcini, en la frontera con Nogales, Sonora.
Esta deportación es parte de las acciones implementadas por la administración del expresidente Donald Trump. Los migrantes, que llegaron a México en condiciones difíciles, fueron recibidos en un día particularmente frío, con temperaturas bajo cero en la región.
El proceso de deportación comenzó en las primeras horas de la mañana, cuando los migrantes, en su mayoría provenientes de países como Guatemala, Honduras y El Salvador, comenzaron a llegar en camiones desde los Estados Unidos. La situación se complicó aún más por las bajas temperaturas, que alcanzaban los menos 4 grados Celsius en ese momento. Las personas deportadas fueron ingresadas al Instituto Nacional de Migración (INM) en la Puerta de México, donde pasaron varias horas a la espera de ser reubicadas.
A las 16:00 horas, los primeros migrantes fueron trasladados en camiones al albergue San Juan Bosco, un refugio ubicado en la ciudad de Nogales. Al llegar, fueron recibidos por el matrimonio Loureiro, quienes gestionan el albergue, y por paramédicos de la Cruz Roja, quienes revisaron su estado de salud.
La llegada de los migrantes fue un momento emotivo, con muchos de ellos visiblemente afectados por la incertidumbre de su situación. Algunos miraban al suelo, otros al techo, mientras que otros mantenían la mirada fija en las imágenes religiosas del lugar.
Entre los migrantes deportados se encontraba Lorena, una mujer originaria de Guasave, Sinaloa, quien había cruzado ilegalmente por la frontera de Sásabe, Arizona, apenas dos días antes. Junto a ella llegó Raúl, quien había sido detenido en Denver, Colorado, y había pasado dos meses en un centro de detención en Arizona. Ambos compartieron el viaje de regreso a México, aunque llegaron en momentos diferentes.
En el albergue, muchos migrantes expresaron su deseo de continuar su camino hacia otros destinos, como el norte del país. Algunos realizaban llamadas telefónicas para buscar cómo salir del lugar y otros intentaban conseguir dinero para seguir su travesía. Sin embargo, la falta de recursos y la incertidumbre sobre su futuro dejaban a muchos sin saber qué hacer a continuación.
El albergue San Juan Bosco, con capacidad para 150 personas, ha estado funcionando por encima de su capacidad, llegando a albergar hasta 400 migrantes en ocasiones. Ante este aumento en la cantidad de deportados, el refugio ha tenido que adaptarse para ofrecer albergue, comida y asistencia básica a los migrantes que buscan apoyo.
En el día de la deportación, incluso dos visitadoras de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) llegaron al albergue para brindar su apoyo y verificar las condiciones en que los migrantes arribaban.
La situación en la frontera sigue siendo compleja, con miles de migrantes que, a pesar de las dificultades y de las políticas migratorias más estrictas, continúan buscando una oportunidad en Estados Unidos o en México.
La realidad de los albergues como San Juan Bosco es un reflejo de los esfuerzos de la sociedad civil por asistir a las personas más vulnerables en su travesía, pero también de las enormes dificultades que enfrentan para sobrevivir y encontrar una nueva oportunidad en un contexto tan incierto.