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20 de Septiembre del 2024
Cultura

OMS reconoce adicción a videojuegos como enfermedad mental

OMS reconoce adicción a videojuegos como enfermedad mental

La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó la adicción a los videojuegos en la nueva edición de su manual de enfermedades (CIE-11), actualizando la clasificación que estaba en vigor desde 1990. Esta adicción se considera un trastorno mental en la categoría de desórdenes de uso de sustancias o comportamientos adictivos. Pero, ¿qué implica realmente esta adicción?


En México, los videojuegos han experimentado un crecimiento notable, convirtiéndose en una forma de entretenimiento popular entre jóvenes y adultos. Sin embargo, este auge también ha dado lugar a preocupaciones sobre la adicción a los videojuegos. La inmersión excesiva en estos juegos puede llevar a comportamientos compulsivos que interfieren con las responsabilidades diarias, las relaciones sociales y la salud mental.

La adicción a los videojuegos, también conocida como "gaming disorder", se caracteriza por un patrón compulsivo y persistente de jugar videojuegos, ya sea en línea o fuera de línea. Este patrón suele llevar a un deterioro significativo en áreas importantes de la vida, como el ámbito personal, familiar, social, académico y laboral. Entre las características principales de este trastorno se encuentran:

  • Falta de control sobre el tiempo, la duración y el contexto del juego.
  • Prioridad excesiva del videojuego sobre otras actividades diarias, como dormir, comer y mantener una higiene personal adecuada. La vida del jugador gira en torno al videojuego.
  • Continuación del juego a pesar de las consecuencias negativas, como estrés, agresividad, irritabilidad, tics, aislamiento social, problemas emocionales, bajo rendimiento académico y alteraciones psicofísicas.

Para ser diagnosticado con este trastorno, el comportamiento debe manifestarse durante al menos 12 meses, aunque este período puede ser reducido si los síntomas son graves. Los jóvenes, en particular, utilizan los videojuegos como una forma de entretenimiento donde toman decisiones y elaboran estrategias de manera autónoma.

El confinamiento debido al COVID-19 aumentó el uso de videojuegos en todas las edades, y entre los adolescentes, se observó un incremento en el uso abusivo y compulsivo. Según una encuesta realizada por el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones en 2020, que abarcó a 2037 personas entre 14 y 87 años, el 9% de los menores de edad (14 a 17 años) presentaron signos de posible trastorno por videojuegos, frente al 6,9% de los adultos.


En 2020, 72,3 millones de mexicanos declararon ser jugadores de videojuegos, en una encuesta realizada por Statista


Las adicciones no se limitan a sustancias químicas; los comportamientos aparentemente inofensivos también pueden volverse adictivos y afectar gravemente la vida cotidiana. Los nativos digitales, que crecen con la tecnología desde edades tempranas, buscan gratificación instantánea a través de estímulos intensos que liberan dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer. Este circuito dopaminérgico se activa con las acciones y decisiones en los videojuegos, creando un ciclo de deseo, acción y recompensa.

Para abordar esta problemática, es crucial estar atentos a los cambios de comportamiento y detectar signos de adicción. Los padres pueden seguir algunas recomendaciones para ayudar a sus hijos:

  • Acompañar a los niños y adolescentes en su espacio de juego. Conocer qué juegos utilizan, con quién juegan y el contenido de estos juegos.
  • Brindar contención emocional, ya que estas adicciones pueden ocultar otros problemas o conflictos.
  • Crear espacios libres de tecnología y promover el diálogo familiar sobre el uso de dispositivos.
  • Mantener un equilibrio entre el sueño, la actividad física y el uso de tecnología.
  • Educar sobre riesgos en línea, como la publicidad engañosa y el ciberacoso, y ayudar en la configuración de privacidad y seguridad en las cuentas.

Finalmente, los padres deben estar alertas a los cambios en el comportamiento de sus hijos y consultar al pediatra si el juego interfiere con otras actividades. Así, podrán optimizar los beneficios de la tecnología mientras minimizan los riesgos asociados.





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