En la Sala "Manuel M. Ponce" del Palacio de Bellas Artes, la directora del INBA, Lidia Camacho, se refirió a Laville como una "artista de profunda y exquisita sensibilidad que, por más de 60 años, a través de sus pinturas, nos abrió las puertas de su universo interior, un mundo habitado por la tranquilidad, sus playas, cielos, montañas, por delicadas flores y desnudos que transparentan el alma, siempre misteriosa".
Recordó que la "mujer lila", como la llamaba su esposo, el célebre escritor Jorge Ibargüengoitia, llegó a México sin hablar español y pensó quedarse uno o dos años, "pero se quedó entre nosotros hasta el último de sus días".
Camacho recordó a Laville como artista delicada y sobre todo muy delicada, que en cuyo estudio en Morelos, pasó largos momentos centrada en los detalles de sus obras, dejando en cada pincelada testimonios de su imaginación y de sus emociones.
"Celebramos el legado de Joy Laville que nos conquista por su manejo de la luz, sus siluetas difusas, la delicadeza de su color, así como su composición asimétrica del espacio, que nos hace pensar en la dualidad de tensión y tranquilidad. Siempre recordamos su paleta de azules y verdes, proveedores de una enorme paz. Gracias Joy Laville por limpiarnos la mirada", dijo la funcionaria.
El gobernador de Morelos, Graco Ramírez, calificó de "justo homenaje a esta mujer que llenó de alegría la vida con multicolores y formas, es un legado que, sin duda, es parte del patrimonio cultural del estado de Morelos y de México".
El mandatario morelense adelantó que el próximo 8 de septiembre, fecha en la que Laville hubiera cumplido 95 años, se presentará en Morelos un libro escrito por Jorge F. Hernández, quien construyó una historia de amor importante.
"Jorge, platicó con ella horas y días, y ambos reconstruyeron muchas cosas que se verán en ese texto. Es un testimonio de la vida de una gran artista mexicana", refirió el mandatario tras recordar que la última exposición de Laville, inaugurada en el Jardín Borda de Morelos, fue emotiva y espectacular.
En su oportunidad, Trevor Rowe, hijo de la artista, expresó su beneplácito por el homenaje a su madre, artista que, con Rufino Tamayo, José Luis Cuevas, Pedro Coronel y Francisco Toledo se le considera parte del grupo llamado la "Generación de la Ruptura", aunque ella no se identificaba como tal.
Al tomar la palabra, Rowe recordó aquellos días en que su madre llegó a México sola, acompañada de él cuando tenía cinco años, buscando una escuela de arte en el país y no en Europa, debido a en aquel continente se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial.
"Hace 62 años en este mismo mes de junio, llegó mi madre a San Miguel de Allende, en Guanajuato, acompañada de un niño de cinco años, yo. La razón por escoger San Miguel, es porque ella deseaba continuar y profundar sus estudios del arte en el Instituto Allende, estudios que habían sido interrumpidos por la Segunda Guerra Mundial.
"A nuestra llegada, además de nuestro equipaje, mi madre tenía una raqueta de tenis y yo un equipo de clubes de golf infantiles, la caricatura perfecta de extranjeros anglosajones en un país desconocido", señaló Rowe, para quien la narrativa que le ofreció México a su madre, "dejó de ser cómica y en cambio fue marcado por una trayectoria de enriquecimiento personal, emocional y artístico".
"México le dio la bienvenida y la oportunidad de florecer artísticamente e incorporar la belleza física del país en su obra, un tema constante. Le doy las gracias a México por haberle ofrecido a mi mamá las condiciones e inspiración que abrieron las puertas de su vida y las ventanas de su imaginación", concluyó.
Al homenaje se sumó Salomón Grimberg, destacado autor de arte y curador, quien con problemas para hablar y a punto del llanto, dialogó sobre sus aportaciones estéticas a la cultura mexicana, destacada por la creación de espacios pictóricos de delicados contrastes cromáticos y gran manejo de la luz, contornos y siluetas difusas.