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23 de Abril del 2025
Denuncia

Trabajo infantil en México: una crisis silenciosa

Trabajo infantil en México: una crisis silenciosa

El trabajo infantil es una forma de vulneración a los derechos de niñas, niños y adolescentes.


Este se refiere a toda actividad económica o doméstica que impide su desarrollo integral, ya sea porque es peligrosa, excesiva en tiempo o porque interfiere con su educación.


No se trata de ayudar en casa o aprender un oficio ocasionalmente, sino de labores que dañan su salud, les quitan oportunidades y, muchas veces, los exponen a riesgos físicos, emocionales o incluso a redes delictivas. En México, esta realidad afecta a millones de menores, y lejos de disminuir, los últimos datos muestran que la situación ha empeorado.




De acuerdo con la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) 2022 realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 3.7 millones de menores de entre 5 y 17 años se encontraban en situación de trabajo infantil en México. Esto equivale al 13.1% del total de la población en ese rango de edad.


Este número representa un aumento del 14.1% con respecto a los datos de 2019, lo que significa que, lejos de disminuir, el trabajo infantil ha ido en aumento en los últimos años. Las razones detrás de este incremento son muchas, pero lo más preocupante es que miles de estos menores realizan labores peligrosas o en condiciones que violan sus derechos fundamentales.


Ocupaciones no permitidas y quehaceres peligrosos




El trabajo infantil en México no es uniforme. Según el INEGI, se puede dividir principalmente en dos tipos: las ocupaciones no permitidas y los quehaceres domésticos en condiciones no adecuadas.


Las primeras incluyen actividades laborales realizadas por menores que no han alcanzado la edad mínima legal para trabajar, o que participan en trabajos considerados peligrosos por ley. En 2022, 2.1 millones de niñas, niños y adolescentes realizaban este tipo de trabajos.


Las ocupaciones no permitidas se concentran en sectores como el agropecuario (33%), el comercio (21.5%) y los servicios (23.2%). Un dato relevante es que el 43.3% de estos menores trabajaban sin tener la edad mínima, mientras que el 56.7% se desempeñaban en actividades peligrosas, como cargar objetos pesados, manejar herramientas riesgosas o exponerse a sustancias tóxicas. De quienes estaban en este tipo de ocupaciones, el 39.9% no asistía a la escuela.




Por otro lado, 1.9 millones de menores realizaban quehaceres domésticos en condiciones no adecuadas. Estas tareas no son remuneradas y se hacen en el hogar, pero debido a su duración o peligrosidad, afectan la salud física o emocional de quienes las realizan. Muchas veces se trata de cuidar a otros niños pequeños, limpiar con productos químicos o cocinar sin la supervisión de un adulto.


En estos casos, las niñas resultan ser las más afectadas: el 30.8% de ellas dedicaba más de 28 horas semanales a estas labores, comparado con solo el 8.5% de los niños.


Desigualdad, abandono escolar y consecuencias graves




El trabajo infantil tiene consecuencias profundas y duraderas en la vida de las niñas y niños. Además de impedir que disfruten plenamente de su infancia, también limita sus oportunidades de desarrollo personal y profesional.


Los datos del INEGI muestran que una gran parte de los menores que trabajan no asisten a la escuela. En 2022, el 42.7% de los niños trabajadores y el 32.8% de las niñas estaban fuera del sistema escolar, lo que representa un obstáculo enorme para romper el ciclo de la pobreza.


También se observan diferencias importantes por edad. El grupo más afectado fue el de 15 a 17 años, que representó el 48.9% de la población infantil trabajadora. Le siguieron los menores de entre 10 y 14 años con un 40.4%, y finalmente el grupo de 5 a 9 años, con un 10.8%. Además, los niños representan el 60.2% de toda la población infantil en situación de trabajo, mientras que las niñas el 39.8%.


El impacto del trabajo infantil no se limita a lo educativo. Las consecuencias también incluyen daños físicos, emocionales y psicológicos. Trabajar largas jornadas, realizar tareas peligrosas o vivir bajo presión constante genera estrés, ansiedad, problemas de salud y, en muchos casos, traumas difíciles de superar. Además, reduce las posibilidades de que estos menores tengan una vida adulta plena y autónoma.


Explotación, trata y crimen organizado: otras formas de violencia




Más allá de las cifras generales, existen otras formas aún más graves de trabajo infantil que representan un riesgo extremo para la vida y seguridad de niñas y niños en México


El Blog de Datos e Incidencia Política de REDIM (Red por los Derechos de la Infancia en México) señala que el país es parte del Convenio 182 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que exige la eliminación inmediata de las peores formas de trabajo infantil.


Estas incluyen la esclavitud, el trabajo forzoso, la explotación sexual, la participación en actividades ilegales como el narcotráfico y cualquier tipo de trabajo que ponga en peligro la salud o moralidad del menor.


Según los datos recopilados por REDIM, entre enero de 2015 y abril de 2024, se registraron 2,529 casos de trata de personas en los que las víctimas fueron menores de edad. Las entidades con más casos recientes fueron Ciudad de México, Quintana Roo y Estado de México. También se reportaron 16,593 casos de corrupción de menores en el mismo periodo, con aumentos en los últimos años, especialmente en estados como Guanajuato y Nuevo León.


A esto se suma el reclutamiento de menores por parte de grupos delictivos. Un estudio realizado por REDIM y el Observatorio Nacional Ciudadano en 2020 estimó que entre 145 mil y 250 mil niñas, niños y adolescentes estaban en riesgo de ser utilizados por organizaciones criminales. Estas prácticas vulneran profundamente los derechos de la infancia y colocan a miles de menores en situaciones de violencia, abuso y criminalización.


Una infancia atrapada entre la pobreza y la indiferencia




Las causas del trabajo infantil son muchas, pero todas tienen como punto en común la vulnerabilidad.


La pobreza, la falta de acceso a educación de calidad, la desintegración familiar, la violencia en los hogares y comunidades, y la ausencia de políticas públicas efectivas generan las condiciones perfectas para que millones de menores tengan que trabajar desde muy temprana edad. En muchas comunidades, el trabajo infantil no solo es tolerado, sino que se considera necesario para la supervivencia de las familias.


Sin embargo, permitir que la niñez crezca en estas condiciones tiene un alto costo para el país. México no sólo pierde talento y potencial humano, sino que reproduce un ciclo de exclusión que impide avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria. A pesar de que existen leyes que prohíben el trabajo infantil, su aplicación es limitada y muchas veces las autoridades locales no cuentan con los recursos ni la capacitación para actuar eficazmente.


La eliminación del trabajo infantil requiere de un compromiso real por parte de todos los sectores: gobierno, sociedad civil, empresas y ciudadanía. Mientras haya niñas y niños que trabajen en vez de jugar, estudiar y desarrollarse, México seguirá teniendo una deuda pendiente con su infancia.










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