Nicolás Maduro asumió el 10 de enero de 2025 su tercer mandato como presidente de Venezuela, en medio de serias acusaciones de fraude electoral y un creciente aislamiento internacional
La ceremonia, que se llevó a cabo sin la presentación de actas que respaldaran su victoria, ha sido objeto de críticas tanto a nivel local como global. La oposición, liderada por Edmundo González, sostiene que ganó las elecciones con un 67% de los votos, mientras que Maduro fue proclamado vencedor por el Consejo Nacional Electoral sin evidencia concreta.
En su discurso inaugural, Maduro prometió un "período de paz" y una "transformación del sistema penitenciario", anunciando que las iglesias del país se integrarán en los centros penitenciarios para difundir "el mensaje" de Jesucristo. Esta iniciativa busca, según él, facilitar la redención de los reclusos y mejorar la justicia en el país. Sin embargo, esta propuesta ha sido recibida con escepticismo debido a las condiciones deplorables que enfrentan los prisioneros en Venezuela, donde organizaciones no gubernamentales han denunciado hacinamiento y violaciones a los derechos humanos.
La Constitución venezolana garantiza la libertad de religión y culto, lo que plantea interrogantes sobre la separación entre el Estado y las instituciones religiosas
En este contexto, la participación activa de las iglesias en el sistema penitenciario podría interpretarse como un intento del gobierno por legitimarse ante una población cada vez más crítica.
A pesar de su reciente juramentación, Maduro enfrenta un entorno complicado. La economía venezolana continúa en crisis, con una inflación aún elevada y un panorama incierto debido a nuevas sanciones internacionales. Aunque ha logrado mantener el apoyo de aliados como China y Rusia, su capacidad para sostener este respaldo se ve amenazada por la inestabilidad interna y las crecientes demandas sociales.
En Venezuela, alrededor del 90% de la población se identifica como religiosa