La prisión preventiva oficiosa en México se ha convertido en un tema crítico debido a su impacto en los derechos humanos y las condiciones adversas que enfrentan las personas privadas de su libertad sin una sentencia.
Este mecanismo, diseñado para proteger a la sociedad de personas que podrían huir o reincidir, a menudo se utiliza de forma excesiva y prolongada, generando múltiples problemáticas sociales y legales.
Los casos más representativos
Uno de los casos más notorios es el de Israel Vallarta, detenido en 2005 junto con Florence Cassez, en un operativo televisado que fue posteriormente calificado como montaje. Mientras Cassez fue liberada en 2013 tras una sentencia de la Suprema Corte que reconoció violaciones a sus derechos humanos, Vallarta sigue en prisión preventiva, más de 17 años después. Su caso ha sido un símbolo de las fallas en el sistema penal mexicano, incluyendo denuncias de tortura, pruebas insuficientes y la falta de acceso a una defensa adecuada
Otro ejemplo es el de Daniel y Reyes. En 2002, Daniel García y Reyes Alpízar fueron consignados por su presunta participación en un delito de homicidio, que su defensa asegura no cometieron. Debido a las reglas procesales de la época y la calificación del delito como grave, se les impuso prisión preventiva oficiosa. Más de 15 años después, ambos siguen sujetos a un proceso judicial bajo el sistema tradicional.
Condiciones en prisión preventiva
Más allá de los casos específicos, las personas en prisión preventiva enfrentan condiciones adversas. Según la Encuestas Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL 2021), esta población experimenta violencia frecuente, incluyendo agresiones físicas y sexuales, en tasas muy superiores a la población general. Además, muchas carecen de acceso a artículos básicos, atención médica y medicamentos. Durante la pandemia de COVID-19, tres de cada diez personas fallecidas en prisiones estaban bajo esta figura, destacando la vulnerabilidad de este grupo?
La prisión preventiva también afecta a las familias de los detenidos, que a menudo enfrentan altos costos para realizar visitas y cubrir necesidades básicas de los internos. Esto genera un impacto económico y emocional significativo, especialmente en comunidades con pocos recursos?.
Críticas y propuestas
Organismos nacionales e internacionales han señalado que la prisión preventiva debería ser una medida excepcional, sin embargo, en México, su uso excesivo se ha convertido en una práctica común. Actualmente, cinco de cada diez personas encarceladas están bajo esta figura, muchas de ellas sin un juicio justo. Los expertos han llamado a fortalecer las medidas alternativas y a garantizar procesos judiciales más eficientes para reducir las detenciones prolongadas.
Organizaciones como Human Rights Watch y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos han señalado que la prisión preventiva oficiosa en México viola el principio de presunción de inocencia. Han pedido transitar hacia un modelo donde esta medida sea excepcional y se prioricen alternativas como la libertad bajo fianza, el uso de brazaletes electrónicos o el arresto domiciliario?.
En países como España o Canadá, la prisión preventiva tiene límites claros, y su aplicación depende de un análisis individualizado. En México, el abuso de esta figura responde a problemas estructurales como la saturación del sistema judicial, procesos penales lentos y la falta de personal capacitado para evaluar riesgos?
Los casos emblemáticos y las estadísticas muestran la urgencia de reformar la prisión preventiva en México. Este paso es indispensable no sólo para respetar los derechos humanos de las personas acusadas, sino también para aliviar las cargas económicas y emocionales que enfrentan sus familias. La transformación del sistema penal debe enfocarse en un equilibrio entre la seguridad pública y la justicia individual.