25 generaciones de estudiantes han acudido al estanquillo de Juan Guzmán Torres quién por todos estos años ha madurado junto con sus clientes, que acudían a comer cuando eran estudiantes y ahora lo visitan ya como profesionistas y con familia.
"Tenemos muchos amigos, alumnos que nos reconocen siempre, hay otro negocio en otro lado, entonces pues, de aquí han ido a consumir también allá, y, pues nos sentimos orgullosos de poderles servir lo mejor que se pueda a ellos."
Cuando comenzó tuvieron problemas para establecerse por la ubicación que tiene, frente al bachillerato 1. Pero en poco tiempo logró una estabilidad y un nicho de tradición.
"Lo más importante como te vuelvo a repetir es la necesidad de trabajar, de salir adelante. De aquí eh tenido la oportunidad de darles estudio a mis hijos. ya uno gracias a dios ya se preparó, ya está dando clases aquí precisamente en la universidad, dónde el vino, como alumno, como cualquier persona, ya se recibió."
La necesidad lo llevó a crear su propio estilo de torta, un estilo que llamó la atención de los jóvenes que, al ver el nombre tan curioso, se acercaron. Pero la constante vorágine de cambios en los clientes que tienen, los lleva a experimentar con nuevas cosas.
"Va a seguir con la familia, ya gracias a dios está mi hijo como te vuelvo a repetir, tenemos ya ahorita, tratamos de dar u cambio también, porque ya la torta, como viene, se va acabando. Tratamos de dar una nueva iniciación."
Recuerda con cariño a aquellos niños que comenzaron a visitar su estanquillo y que ahora son profesionistas, el orgullo de haber sido parte de su formación lo llena de alegría. Además, recuerda haber estado ahí para alimentar incluso a atletas de los juegos panamericanos.
"Ya son ahorita licenciados, son abogados, son maestros, y que todavía vienen y nos reconocen. Pero ya vienen con su familia, los mismos alumnos que ya se casaron, los mismos alumnos que ya se casaron, vienen y nos siguen visitando, esos alumnos que hemos atendido y ahora ya vienen con sus niños y nos visitan.
Por ahora llevan veinticinco años, pero planean contar aún más, mientras las generaciones sigan pasando, mientras más personas se vayan formando, el estanquillo de don Juan seguirá alimentando a los futuros profesionistas de México.