Aunque desde que tiene uso de razón Julián aprendió el oficio de la venta de pan dulce de Comala, hace 30 años comenzó a elaborar él mismo el producto que oferta.
"Mi papá me llevaba a vender pan cuando esta chiquito tenía como seis o siete años y me llevaba con un canasto y llamaba la atención porque me ponía puro pan blanco/nosotros comenzamos ya después a hacer lo nuestro y más que nada fue algo que a la gente le llama más la atención con horno de adobe que con horno de gaveta".
Al ritmo de la música de los 80?s ofrece las diferentes variedades de pan, pues señala que de esta forma inyecta alegría a sus clientes y los motiva a comprarle.
"Lo hago de esa manera para llamar la atención a la gente al turismo y yo mismo miro cuando la gente está mirándome/todos dicen, nos inyecta un poco de alegría y empezamos ei ei ei".
Aunque después de Julián no habrá quien continúe con esta tradición familiar dado que sus hijos se dedican a otras cosas, considera que mientras la vida y la energía se lo permita, continuará deleitando el paladar de sus clientes y alegrando los corazones de quienes lo miran bailar.
"Parece que sí, ya me siento un poco cansado pero lo tengo que hacer para vivir/lo que es lo típico y tradicional de aquí de Comala, el picón horneado en horno de adobe y con nata, pasas, leche, canela, mantequilla, nuez, todo el pedito de monja que es de leche con canela, las rosquillas que llevan leche nestlé, leche nido, vainilla y recién salidito del horno".