A pesar de que es una actividad pesada y en ocasiones pueden perder la producción por las inclemencias del tiempo y la lluvia, en la entidad las familias que se dedican a la fabricación de ladrillos, se siente orgullosas del trabajo que realizan en especial cuando ven un edificio o casa terminada, un ejemplo son los Padilla, originarios de Comala en donde desde el padre don Pedro, los hermanos, primos e hijos se dedican a este oficio de manera artesanal.
"Somos como uno diez que trabajamos seguro, a veces vienen a ayudarnos los hijos como ahora que no tienen clases los hijos vienen a ayudar. Si se siente bonito, yo en realidad de mi trabajo estoy contento, esto es lo que aprendí y de aquí he aprendido y de aquí he comido".
A su 47 años el señor recuerda que aprendió a hacer ladrillos a los 7 años, cuando salía de la escuela y para ganarse unos pesos se iba a una ladrillera cercana a su casa donde le enseñaron el proceso para hacer un ladrillo, que consiste en sustraer la arcilla, colarla, mojarla hasta formar un lodo, para después colocarla en el piso darle forma con un molde ponerla a secar en el sol y meterla en el horno.
"El proceso para quemarlos, este cuando el horno ya se llena a una altura, lo cerramos y le empezamos a echar leña, lumbre, con leña y estopa, tenemos cuatro bocas y se alimenta, este horno como es grandecito se lleva de 18 a 22 o 24 horas, pero cuando llueve dura un poquito más".
De su familia dice los ha enseñado a trabajar el ladrillo, porque quiere que tengan opciones de ganarse la vida, pero antes que todo les pide que estudien.
"Pero si no lo logran o no lo desean la enseñanza ya está aquí para que le sigan".