Luz en rojo, esa es la señal para que el show comience. Clavas al aire y algunos cuantos giros al ritmo de la música que lleva en sus audífonos.
"La calle es una oportunidad para viajar y conocer un nuevo ambiente que me gustó/es un escenario el semáforo, es difícil que la gente asista a recintos específicos para el esparcimiento de la cultura ".
Frente al espectáculo que ofrece Alejandro Zavala originario de Michoacán, había miradas expectantes, contagiadas por el ritmo de los malabares, pero también miradas esquivas de los choferes, mientras el joven se esmera por mostrar su talento en una carrera que va contra los pocos segundos que dura el alto.
"A veces hay gente que lo más bonito que sonrían y todo pero también hay gente que aunque te cooperan te hacen cara de fuchi que los comprendes hasta cierto punto no es una obligación pero es el bajón de energía a veces que provocan ese tipo de actitudes".
Ante una audiencia tan efímera como los segundos que dura la luz en rojo, Zavala al igual que muchos artistas urbanos en Colima, busca el reconocimiento a su talento, a sus años de preparación y a su práctica diaria, porque el malabarismo callejero es una cultura, una pasión y una forma de vida.
"Sale algo, poco pero sale y pues es lo bueno que da para vivir entonces es como un sueño hecho realidad hasta cierto punto de la vida, hacemos algo que nos gusta, es un privilegio".