En el límite entre Manzanillo y Cihuatlán se encuentra una pequeña localidad llamada el Chavarín, pequeñas casas a los lados de la carretera asemejan a un pueblo del viejo oeste. Un pueblo que conoce bien los fenómenos meteorológicos. Hace casi dos meses el huracán Lorena volteó negocios y destruyó viviendas. Las autoridades les prometió a los lugareños que sobrevivieron al fenómeno que les traerían apoyo, ayuda que llegó racionado.
María Estela Santoyo Escobar
"Pues despensas no nos dieron, láminas si nos dieron, pero, aquí está el corredor y mi esposo tuvo que conseguir dinero para acomodarlo, porque no hubo ayuda."
Martha Leticia García Naranjo
"El gobernador quedó que nos iban a traer unas láminas, si nos trajo, pero nada más me dieron seis, él dijo que me iban a dar todo lo demás. Nada más me dieron seis. Y por parte del gobierno no sé si de México, vinieron otras personas a hacer un levantamiento y que nos iban a dar estufa, colchones y todo eso. Firmamos un papel y hasta ahorita no nos han traído nada.
Un pueblo al final, un lugar olvidado por sus gobernantes, solamente recordado durante las emergencias, platanero y despojado de sus cultivos, los lugareños se quejan de sus líderes, en quienes no ven una guía. Siguen esperando al pie de la carretera y siguen esperando se arreglen los problemas del pasado.
Álvaro Espinoza
"Tenemos desde el día del ciclón, del día del ciclón se jodió el transformador, y los ranchos de arriba de aquí no tienen agua, y el comisario no hace nada, nomás está que el se va a trabajar, el tiene su trabajo y manda a los suplentes de él a ver si hay agua, que según por que se acaba el diésel.
Casi dos meses siguen sin agua y sin techo, no los apoyan porque no son negocio, le dijeron a Álvaro. Los dejaron con sus techos improvisados para no quemarse bajo el fuerte sol de Manzanillo. Se sienten olvidados, al pie de la carretera, al final del estado, son ellos los que levantan sus cocinas, sus muros y son ellos los que después de sufrir los olvidan.