Doña Socorro Meza Palacios comenzó a elaborar encaladillas desde 1980, es decir, hace 43 años. Fue su suegra quien le enseñó el oficio, sin embargo, con el tiempo fue perfeccionando el producto.
"Venía y les ayudaba pero casi no porque venía y les ayudaba pero no porque yo vendía tortilla spero para tortear la encaladilla a mano casi no me salía/y se murió mi suegra y yo no supe qué les echaba ni que tanto ni nada, ella lo hacía al tanteo y a mí me enseñó una señora".
De acuerdo con Socorro, la encaladilla comenzó a realizarse originalmente en la comunidad Los Limones del municipio de Coquimatlán y, se les llamó encaladillas por la forma en la que se preparaban estas sabrosas galletas que ahora se realizan a base de a base de harina de maíz, harina de trigo, azúcar, piloncillo, royal, carbonato, huevos y manteca vegetal.
"Se ponía el agua encalada a la lumbre ya con la cal suficiente y se echaba el maíz y no se dejaba sino que se echaba y se agarraban a menera y menear y menear y hasta que se cocía el nixtamal/aquí nada más se hace la encaladilla".
A pesar de que ya solo elabora la masa para las galletas, debido a que su salud no le permite hacer esfuerzo, Socorro ama esta actividad, pues además de permitirle sacar adelante a su familia es generadora de empleo.
Socorro lamenta que para cuando ella falte, quizá sus familiares no continúen con el legado, pues cada quien tiene sus propias actividades.
"A mí me gusta mi trabajo, así como estoy no debo de trabajar pero aquí estoy sentada todavía, me regañan mis hijos que ya no tengo que hacer pero no quiero que se acabe la tradición mía pero a ellos no les gusta ".
En temporada alta, su equipo de trabajo utilizan hasta 40 kilos de masa, es decir, casi 3 chiquihuites de encaladillas, mientras que, en temporada baja solo utilizan 15 kilos de masa que equivale a poco más de un chiquihuite.