En Durango, al igual que en el resto del país, el 8 de enero marcó el regreso a clases. Aunque en Durango el clima se caracterizó por su notable frialdad y fuertes ráfagas de viento, las madres de familia tomaron las precauciones necesarias y enviaron a sus hijos debidamente abrigados. Según las expresiones de varias de estas madres, sus hijos debían asistir a clases, por lo que prevaleció la decisión de garantizar su bienestar ante las inclemencias climáticas.
En diversos puntos de la ciudad, se observó una cantidad significativa de alumnos dirigiéndose a las instituciones educativas a pesar del frío y el viento persistente. Este compromiso con la educación, a pesar de las condiciones meteorológicas adversas, refleja la determinación de las familias duranguenses por asegurar la continuidad del proceso educativo de sus hijos.
Las calles de Durango se vieron adornadas por el ir y venir de estudiantes con sus uniformes y abrigos, enfrentando valientemente las bajas temperaturas. La comunidad educativa demostró una vez más su resiliencia y su compromiso con la formación académica, uniendo esfuerzos para superar los obstáculos climáticos y garantizar que el aprendizaje no se vea interrumpido.
A pesar de las condiciones adversas, las instituciones educativas en Durango se prepararon para recibir a los estudiantes, implementando medidas adicionales para asegurar un entorno seguro y cálido. Los docentes y el personal escolar jugaron un papel fundamental en esta tarea, brindando apoyo emocional y adaptándose a las circunstancias para garantizar que la vuelta a clases se llevara a cabo de manera efectiva.
La colaboración entre la comunidad educativa y las autoridades locales fue evidente, con el objetivo común de facilitar el retorno a clases y mantener la normalidad en el desarrollo académico. Se implementaron estrategias para minimizar el impacto del clima frío, como la adecuación de espacios interiores para las actividades educativas y la organización de eventos que fomentaran la participación estudiantil.