Hace tres años, un accidente vial cambió por completo la vida de Juan Luna, de 53 años. Antes taxista, ahora sobrevive vendiendo paletas en el cruce de 20 de Noviembre y Laureano Roncal. El impacto del accidente le costó la pierna izquierda y lo dejó dependiente de una silla de ruedas. Este hecho desencadenó una serie de pérdidas que marcaron su vida: su esposa lo abandonó, sus hijos no lo apoyaron y el sindicato de taxistas, al que sirvió por años, lo dejó fuera. Los responsables del accidente nunca asumieron su culpa.
Hoy, Juan enfrenta una existencia de abandono y soledad. La venta de dulces apenas le alcanza para subsistir, mientras su salud se deteriora debido a la diabetes que le dejó el accidente, y la falta de atención médica agrava su estado. En la ciudad de Durango, los accidentes viales son un problema creciente, situándola entre las primeras 10 entidades con más muertes y accidentes. De un parque vehicular de más de 700,000 vehículos, solo el 18% tiene seguro de daños a terceros, dejando desprotegidos a muchos, incluidos los peatones, motociclistas, ciclistas y quienes viajan en la caja de vehículos.
La situación de Juan es solo un ejemplo de la crisis que enfrentan muchas víctimas de accidentes viales, quienes quedan desamparadas por un sistema incapaz de ofrecer el apoyo necesario. A pesar de las adversidades, Juan sigue luchando, esperando que alguien atienda su llamado de auxilio. Su historia refleja la injusticia que sufren aquellos que, como él, son olvidados y marginados por las instituciones, y subraya la urgente necesidad de un cambio en las políticas de seguridad vial y apoyo a las víctimas.