Durante los últimos tres años, Aracely ha visitado el santuario de Guadalupe cada 10 de mayo, arrastrándose de rodillas para presentarle flores a la Virgen. Esta acción es una expresión de la profunda fe que siente en su corazón, una fe que se fortaleció cuando su madre cayó gravemente enferma y estuvo al borde de la muerte debido a un posible derrame cerebral. Aracely recuerda vívidamente aquellos días de angustia, cuando los médicos le daban pocas esperanzas y ella se aferraba a la promesa que le hizo a la Virgen de Guadalupe: si su madre sobrevivía, ella arrodillada , le llevaría flores cada año en este mismo lugar.
Aunque recientemente Aracely tuvo que enfrentar la dolorosa partida de su madre, su devoción a la Virgen de Guadalupe sigue siendo tan fuerte como siempre. En esta ocasión, su hijo la acompañó en su trayecto, formando parte de este acto de fe y gratitud. Aracely sabe que es importante inculcar en su hijo la confianza en la protección divina, especialmente cuando la vida se presenta difícil y abrumadora. Por eso, les enseña que, sin importar lo que pase, siempre pueden encontrar consuelo y refugio en Dios y en la Virgen de Guadalupe.
Este acto de fe y devoción nos recuerda que, en los momentos más difíciles, podemos encontrar consuelo y esperanza en nuestra fe y en aquellos que nos acompañan en el camino. La promesa de Aracely es una muestra de amor y gratitud que, sin duda, es compartida por muchos otros fieles que encuentran en la Virgen de Guadalupe una madre con una gran fuente de fortaleza y consuelo