Cuando se habla de la adicción a sustancias nocivas, muchas veces no se considera a los fármacos como parte de este grupo, pero la realidad es que su consumo desmedido puede llevar a una dependencia peligrosa. Esta adicción no hace distinciones; afecta tanto a adultos mayores como a jóvenes, aunque con causas y efectos distintos. Los adultos mayores, debido a su necesidad de tratar enfermedades crónicas, son especialmente vulnerables al uso constante de medicamentos, mientras que los jóvenes a menudo recurren a ellos en busca de alivio para problemas como el estrés, la ansiedad o el insomnio.
La dependencia de los medicamentos es una enfermedad crónica que involucra tanto el cerebro como el comportamiento, y se caracteriza por una adicción tanto física como psicológica. Las consecuencias de esta adicción son devastadoras: pueden incluir pensamientos suicidas, intentos de suicidio, sobredosis, automedicación excesiva y en casos extremos, la muerte. La dificultad para reconocer los primeros signos de abuso de medicamentos recetados hace que muchas personas continúen con su consumo, incluso cuando ya no es necesario, y a pesar de los efectos adversos sobre su salud.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 35 millones de personas en el mundo padecen trastornos relacionados con el uso de drogas, y dentro de este grupo, la adicción a medicamentos con receta está aumentando a un ritmo alarmante. A medida que progresa la adicción, el control sobre el consumo se pierde por completo. La persona sigue tomando el medicamento por impulso, sin tener en cuenta el daño que esto le provoca, y con frecuencia no es capaz de detenerse por su cuenta.
La identificación temprana del abuso de medicamentos es crucial para evitar que esta dependencia se convierta en un problema aún más grave. La intervención precoz es esencial y puede prevenir complicaciones mayores. En muchos países, la farmacodependencia se ha convertido en un tema prioritario de salud pública debido a su creciente impacto, tanto en la salud física como en la estabilidad emocional de las personas afectadas. Con una mayor concienciación y un enfoque integral en la prevención y tratamiento, es posible mitigar los efectos destructivos de esta epidemia silenciosa.