La reciente propuesta de reducir la semana laboral a 40 horas ha generado preocupación en varios sectores, y el de la hotelería y turismo no es la excepción. Este sector, que depende en gran medida de la disponibilidad constante de su personal para ofrecer un servicio eficiente y de calidad a los huéspedes, enfrenta el reto de reorganizar sus operaciones para adaptarse a una posible nueva normativa.
Jaime Mijares Salum, presidente de la Asociación de Hoteles y Moteles, ha expresado la necesidad de contar con tiempo suficiente para analizar cómo esta modificación afectará a los establecimientos afiliados. Si bien reconoce que la propuesta responde a una tendencia global hacia mejores condiciones laborales, advierte que podría representar un desafío significativo para un sector que, por naturaleza, requiere operaciones continuas durante los siete días de la semana.
Uno de los principales puntos de preocupación es la calidad del servicio que se ofrece actualmente. Los hoteles, moteles y otros negocios turísticos tienen a su personal distribuyendo turnos para cubrir las demandas de los clientes a lo largo de las 24 horas del día. Con una reducción de horas de trabajo, será necesario reestructurar los equipos y ajustar los horarios, lo que podría impactar tanto en la capacidad operativa como en la experiencia de los clientes.
Aunque no se ha definido aún cómo se implementará esta nueva política, Mijares Salum destacó que es necesario analizar los efectos potenciales en el costo laboral y la posible contratación de más empleados para cubrir las horas faltantes, lo que implicaría mayores costos para las empresas. Esto podría ser particularmente complicado para los pequeños hoteles y moteles que ya operan con márgenes estrechos.
Por otro lado, el presidente de la asociación señala que la propuesta también podría ser una oportunidad para mejorar las condiciones laborales de los empleados del sector, lo que, a largo plazo, podría traducirse en mayor bienestar para los trabajadores y un mejor ambiente laboral. Sin embargo, insiste en que este cambio requiere de una planificación cuidadosa para no comprometer la competitividad de las empresas ni la calidad de los servicios que ofrecen a los turistas.