Durango, una ciudad colonial que alguna vez fue serena y pacífica, se encuentra una vez más envuelta en luto a medida que el devastador número de víctimas de un brote de meningitis continúa aumentando. Con 80 casos confirmados de la infección por hongo, el número de muertos ha llegado a 39, con un hombre y 38 mujeres entre los fallecidos. Inquietantemente, un niño de 7 años también fue víctima de la enfermedad, aunque afortunadamente su condición permanece estable y recibe atención ambulatoria. Además, 7 mujeres se encuentran actualmente en tratamiento ambulatorio, mientras que 32 pacientes se recuperan en casa bajo control médico periódico. Trágicamente, 4 personas quedaron con complicaciones de salud duraderas. Dos de ellas con glaucoma, una ya con pérdida de la visión permanentemente.
Hoy, la comunidad de Durango lamenta la pérdida de Anirí Macías Castañeda, quien trágicamente sucumbió a la enfermedad. Ingresó en el hospital el 1 de noviembre de 2022, el mismo día en que se descubrió el brote de Meningitis Micótica. Anirí deja una hija de 7 meses y una familia destrozada. Su valiente batalla duró más de 6 meses, tiempo durante el cual su salud se había ido deteriorando durante las últimas 3 semanas, según declaraciones de David Payan Guerrero, Comisionado para la Atención de las Víctimas de Meningitis y sus Familias.
Esta tragedia desgarradora se pudo haber evitado, pero la codicia y la falta de supervisión han ensombrecido los años 2022 y 2023, transformando a Durango en una ciudad marcada por el dolor. Las prácticas negligentes y las fallas sistémicas que permitieron que este brote devastara a la comunidad deben investigarse a fondo y rendir cuentas. Es fundamental que los responsables de velar por la seguridad y el bienestar de la población enfrenten las consecuencias de sus acciones, o mejor dicho, de su inacción.
El impacto de esta crisis se extiende mucho más allá de la pérdida de vidas preciosas. Ha erosionado la confianza que alguna vez se depositó en el sistema de salud local, dejando a la población temerosa y desilusionada. La resiliencia y unidad de los duranguenses, sin embargo, no debe flaquear ante esta adversidad. La comunidad en duelo debe permanecer unida, exigiendo transparencia, justicia y reformas integrales para evitar que se repitan catástrofes evitables.
A medida que avanzan las investigaciones y se revela el verdadero alcance de la negligencia y la falta de supervisión, es nuestro deber como ciudadanos y periodistas amplificar las voces de las víctimas y sus familias. Al arrojar luz sobre sus historias, podemos reunir apoyo y movilizar los recursos necesarios para ayudar a los afectados y evitar que ocurran tragedias similares en otros lugares.
Durango, una vez conocida por su tranquilidad y belleza, siempre llevará las cicatrices de este brote prevenible. Que los recuerdos de los perdidos sirvan como un sombrío recordatorio de la urgente necesidad de vigilancia, rendición de cuentas y reforma dentro de la comunidad médica. Honremos su memoria exigiendo un cambio y asegurándonos de que una tragedia como esta nunca vuelva a ocurrir.