En medio de la cotidianidad, donde las apariencias a menudo ocultan realidades oscuras, emerge una estadística escalofriante que revela la magnitud de un problema que persiste en las sombras: se recibe entre 250 y 300 llamadas de emergencia cada semana, denunciando agresiones contra mujeres. Es un número que resuena con la crudeza de una realidad que muchos prefieren ignorar, pero que clama por ser enfrentada de manera urgente y efectiva.
El Subsecretario de Prevención Social, Hugo Nevarez, alza la voz para exponer un hecho alarmante: el 50% de estas víctimas, aún en medio del tormento, opta por el silencio. Este silencio, aunque comprensible en un contexto de miedo y vulnerabilidad, perpetúa la invisibilidad de la violencia que sufre. Las sombras de la no denuncia se convierten en cómplices de la agresión, y es necesario desafiar este pacto de silencio.
Incluso cuando algunas mujeres deciden dar el paso y denunciar, nos enfrentamos a otro fenómeno desgarrador: la retractación. En el momento en que llegan las autoridades, una porción significativa de los denunciantes se retracta. ¿Miedo, presión, desesperanza? Las razones son diversas, pero todas apuntan a un sistema que aún no logra garantizar la protección necesaria para las víctimas.
Y, más perturbador aún, existen casos en los que la denunciante queda atrapada en la tela oscura de su agresor. Las redes de violencia son, en muchos casos, difíciles de romper, y las mujeres se ven enfrentadas a una realidad donde las autoridades, aunque presentes, no siempre pueden ofrecer la salvaguardia necesaria.
Ante este panorama, se destaca la importancia crítica de brindar un seguimiento adecuado a cada caso. No es suficiente recibir la llamada de emergencia, es necesario asegurar que esa llamada se traduzca en acciones concretas de protección y justicia para las víctimas. Es tiempo de iluminar las sombras, de romper el ciclo de la violencia silenciada y dar voz a quienes, por mucho tiempo, han sido obligados al mutismo.
El grito silenciado de estas mujeres clama por la atención de la sociedad, de las autoridades y de cada individuo. La violencia no puede esconderse más en las sombras, y es responsabilidad de todos alumbrar el camino hacia un futuro donde la seguridad y la justicia no sean un lujo, sino un derecho inalienable para cada mujer.