Aitana, de solo 6 años, perdió la visión de su ojo izquierdo tras una operación al nacer. Esta condición ha sido motivo de burlas por parte de un compañero en su escuela primaria. A pesar de sus esfuerzos por integrarse, Aitana enfrenta un doble desafío: su discapacidad física y el acoso de quienes no comprenden su situación. Este tipo de agresión, conocido como bullying, afecta a miles de niños en su día a día.
El bullying no se limita a una agresión física; es una violencia constante, que puede ser psicológica y que tiene como objetivo aprovecharse de una clara diferencia de poder. La víctima queda atrapada en una espiral de miedo, sin poder defenderse, lo que puede llevarla a sufrir serios trastornos emocionales. En los casos más graves, las consecuencias del acoso escolar pueden desencadenar conductas autodestructivas, como la autolesión.
El origen de estas agresiones muchas veces se encuentra en el entorno del propio acosador. Problemas familiares o sociales pueden moldear una actitud violenta desde la niñez, y esta se agrava durante la adolescencia. En un ciclo preocupante, muchos de los que hoy son acosadores fueron víctimas en el pasado, perpetuando un círculo de violencia difícil de romper.
Según el INEGI, de los 11.7 millones de adolescentes de entre 12 y 17 años que asistieron a la escuela en México en 2022, el 28% reportó haber sido víctima de acoso escolar en los últimos 12 meses. Esto equivale a 3.3 millones de estudiantes que han sufrido este tipo de violencia.
Es esencial que padres, maestros y autoridades actúen de inmediato cuando detecten señales de acoso. Cada día de inacción puede representar una nueva cicatriz emocional o física para la víctima. El bullying es una amenaza real que debe enfrentarse con seriedad.