Sin fuentes de empleo y con muy pocos clientes, esa es la triste realidad de los chirrines de la plazuela Baca Ortiz, músicos que han conservado una tradición condenada a desaparecer. Anteriormente, solían deleitar a muchos duranguenses con sus canciones, pero cada vez escasean más las oportunidades de trabajo, debido a diversos factores, entre ellos, la mala economía o el desinterés de la gente por continuar contratando a estos grupos, que gracias a este arte mantienen a sus familias. Hoy en día se dedican a tocar en cualquier restaurante en el que se los permiten o en las calles, recibiendo unas cuantas aportaciones de la gente, pero no es suficiente para cubrir el gasto del mes.