El ciclo agrícola de otoño-invierno, que se extiende de septiembre a febrero, es un periodo crucial para la producción de cultivos en diversas regiones del país. Durante estos meses, se cultivan principalmente granos como el trigo y la cebada, además de hortalizas como zanahorias y brócoli. Este ciclo agrícola es esencial porque las lluvias son más frecuentes, lo que reduce la necesidad de riego artificial, optimizando los recursos hídricos disponibles. La abundancia de agua permite que los agricultores aprovechen al máximo la temporada, garantizando un suministro constante de alimentos frescos y materias primas agrícolas durante el año.
Los agricultores, principalmente del norte del país y zonas productoras como Durango, son los más beneficiados por este ciclo. Para ellos, es una oportunidad vital para garantizar una buena cosecha, ya que la dependencia de las lluvias es menor gracias a la recarga de los mantos acuíferos y el nivel de las presas, que actualmente están cerca del 90% de su capacidad. Las comunidades rurales y las economías locales también dependen de este periodo para generar ingresos y garantizar la seguridad alimentaria en sus regiones.
El éxito del ciclo otoño-invierno depende de varios factores, entre los cuales el clima juega un papel fundamental. Las lluvias son más abundantes en esta época, lo que facilita la siembra y el desarrollo de los cultivos. Sin embargo, este año no ha sido el mejor en términos de precipitaciones. El mes de agosto fue particularmente seco, afectando las expectativas iniciales. A pesar de ello, hay esperanzas de que las lluvias mejoren durante los próximos meses, e incluso se ha pronosticado la posible formación de un ciclón tropical que podría aportar más agua a las regiones agrícolas del estado.
El ciclo se desarrolla entre septiembre y febrero, abarcando las regiones agrícolas de estados como Durango, Sinaloa y otras áreas clave del país. Estas zonas dependen en gran medida del éxito de este ciclo para sostener su economía agrícola. Las presas en Durango, por ejemplo, han mostrado niveles de agua prometedores, lo que sugiere un buen panorama para los próximos meses.
Aunque 2024 no ha sido el mejor año en términos de lluvias, las expectativas para el ciclo otoño-invierno siguen siendo optimistas. Los agricultores tienen la esperanza de que, con las lluvias previstas y el buen estado de las presas, se logre una cosecha exitosa. En las próximas semanas, se realizará un análisis exhaustivo para evaluar el impacto real de las lluvias en los cultivos y asegurar que el ciclo agrícola concluya de manera favorable, contribuyendo a la estabilidad económica de las comunidades agrícolas.