En Durango, el sector panadero se encuentra en un momento crítico, enfrentando desafíos que van más allá de la simple elaboración y venta de sus productos. La preocupación central de estos productores no radica exclusivamente en las recientes propuestas legislativas que sugieren un aumento en los días de vacaciones y los impuestos, sino que se centra, de manera más aguda, en la creciente amenaza que representa la competencia desleal.
Durante años, el clandestinaje ha sido un fantasma que merodea el sector, socavando las bases del comercio formal y justo. Pese a los esfuerzos y las voces que claman por un campo de juego equitativo, las autoridades aún no han encontrado la fórmula para erradicar esta práctica desleal que tanto daño hace a los negocios legítimos. Los panaderos, pilares de la economía local y proveedores de uno de los alimentos básicos en la dieta de los duranguenses, se ven especialmente perjudicados.
Aunque a primera vista podría parecer que el mercado del pan experimenta un auge, con un incremento en la demanda, la realidad es más compleja y menos alentadora para los productores formales. Este aparente crecimiento se ve mermado significativamente por la presencia de productores informales, quienes, al operar al margen de la regulación, no solo evaden responsabilidades fiscales y laborales, sino que también ponen en riesgo la calidad y la seguridad del producto ofrecido al consumidor.
La situación demanda una acción decidida y coordinada por parte de todos los actores involucrados. Es imperativo que las autoridades intensifiquen sus esfuerzos para combatir el clandestinaje, no solo para salvaguardar la economía formal, sino también para proteger la salud y el bienestar de los consumidores. Por otro lado, es esencial que los productores de pan continúen abogando por sus derechos y buscando soluciones creativas para distinguirse en un mercado cada vez más saturado.
Este desafío no es sólo una cuestión de competencia comercial; es un tema de justicia, calidad y salud pública. La comunidad de Durango merece tener acceso a productos que no solo satisfagan sus paladares, sino que también cumplan con todos los estándares de calidad y seguridad. La solución a este complejo problema requerirá de la colaboración y el compromiso de todos los sectores involucrados, desde las autoridades hasta los propios panaderos, para asegurar el futuro de una industria que es, sin duda, parte esencial de la cultura y economía local.