En la colonia San José ll, la realidad es una pesadilla diaria para cuatro familias que suman 11 personas viviendo en condiciones de extrema precariedad. Alma Sarabia, de 43 años, narra la dolorosa realidad de su hogar: su hija mayor, madre soltera, debe cuidar a dos hijos pequeños; su otra hija vive con su esposo y un niño; la tercera está casada; y la menor aún no es adulta. La única fuente de ingresos estable ha desaparecido, ya que el esposo de Alma fue despedido hace más de una semana. Ahora, su único recurso para sobrevivir es la recolección de plásticos y metales que vende en un esfuerzo desesperado por obtener algo de dinero.
Los tres hombres adultos en la familia trabajan en albañilería, pero solo uno aporta lo necesario para el sustento del hogar. La vivienda es una triste amalgama de madera, cartón y lonas, proporcionando apenas refugio contra los elementos. Los niños, el corazón de esta familia, sufren la escasez de pañales y leche, necesidades básicas que son difíciles de satisfacer. En muchas ocasiones, la familia se enfrenta a la cruel realidad de no tener comida suficiente, sacrificando su propio bienestar para alimentar a los más pequeños.
La desesperación es palpable. Sin oportunidades de trabajo y con una infraestructura de vida rudimentaria, la familia Sarabia enfrenta una crisis existencial. La falta de recursos y la falta de un entorno adecuado no solo reflejan la severidad de su situación, sino que también subrayan la urgencia de una intervención inmediata para aliviar su sufrimiento y brindarles un rayo de esperanza en medio de su lucha diaria.