Más de diez años de servicio en la Secretaría de la Contraloría son una declaración de compromiso y lealtad hacia una institución gubernamental. Sin embargo, detrás de esta fachada de estabilidad laboral se esconde una historia de acoso que ha afectado profundamente la vida de una trabajadora.
Hace seis años, su vida cambió de una manera que jamás habría imaginado. Durante este período, afirma haber sido acosada de manera constante por su jefe inmediato. El acoso, en todas sus formas, minó su confianza y dignidad, transformando un entorno de trabajo en un campo minado de hostilidad.
Lo más impactante llegó el 31 de agosto, cuando recibió la noticia de su despido. Años de dedicación y servicio le fueron arrebatados de manera inesperada. Ante esta injusticia, decidió alzar la voz y denunciar el acoso sistemático al que había sido sometida durante tanto tiempo.
Pero su denuncia no se trata solo de justicia personal. Lo hace en solidaridad con otras compañeras que aún sufren en silencio en esta misma oficina gubernamental. La valentía de una puede inspirar mucho.
Sin embargo, su camino hacia la justicia no ha sido fácil. A pesar de soportar años de acoso, optó por el silencio debido a la complicidad que su acosador, Jesús Alberto, tenía con el equipo del exgobernador Aispuro. La estrategia del silencio demostró ser ineficaz y ahora hace un llamado directo al Gobernador, exigiendo que se haga justicia y que se erradique el acoso en los lugares de trabajo.
Esta historia pone de manifiesto la necesidad urgente de abordar el acoso en el trabajo y proteger a quienes se atreven a denunciarlo. Esta luchadora ha dado un paso importante en busca de justicia, pero el camino hacia la igualdad y el respeto en el ámbito laboral aún es largo. Su valentía es un recordatorio de que la denuncia del acoso es esencial para provocar cambios significativos en nuestra sociedad y nuestros lugares de trabajo.