Cuando una niña o adolescente queda embarazada, su vida cambia de manera irreversible. Muchas abandonan la escuela, lo que limita sus oportunidades laborales y las deja en condiciones de vulnerabilidad económica. La maternidad temprana suele reforzar la pobreza, perpetuando desigualdades difíciles de revertir.
Los riesgos no son solo económicos. El embarazo y el parto en esta etapa de la vida pueden ser mortales. Las complicaciones obstétricas son la principal causa de muerte en adolescentes embarazadas. Su salud física y mental se ve afectada, al igual que la de sus hijos, quienes también enfrentan un futuro incierto.
Además de las consecuencias en su bienestar, el embarazo adolescente impacta su desarrollo personal. La maternidad impone responsabilidades para las que muchas no están preparadas, interrumpiendo procesos clave de crecimiento y aprendizaje. Las relaciones sociales cambian, y la presión de asumir roles de género tradicionales puede limitar aún más sus opciones de vida.
En México, el número de adolescentes entre 10 y 19 años de edad es de más de 22.2 millones de personas (casi el 20% de la población total del país). Hay 11.6 millones de mujeres de entre 15 y 24 años de edad. De éstas, 5.7 millones son niñas entre los 10 y los 14 años de edad.Casi uno de cada 5 de los nacimientos ocurridos anualmente en México, son en mujeres menores de 20 años.
Los efectos se extienden a la siguiente generación. Los hijos de madres adolescentes tienen mayor riesgo de enfrentar condiciones adversas que afectan su crecimiento, educación y salud.
El embarazo en adolescentes no es solo una cuestión individual, sino un problema estructural que refleja desigualdades sociales, falta de acceso a educación sexual y barreras en el acceso a servicios de salud. Prevenirlo requiere información, apoyo y políticas públicas efectivas.