Hace tres años, un viaje a Cuencamé se convirtió en una pesadilla para Estefana. Una embolia la dejó postrada en cama, incapaz de mover su brazo y pierna derecha. Hoy, a sus 52 años, vive atrapada en un cuerpo que no responde, observando cómo su vida se desmorona. Su hogar, donde residen con su hija y cuatro nietos, se ha convertido en un lugar de lucha constante. El padre de los niños está internado en un centro de rehabilitación.
La comida escasea y las necesidades básicas apenas se cubren. Estefana, que antes vendía tamales y tortillas de harina para sostener a su familia, ahora se siente impotente ante el deterioro de su situación. El impacto emocional es considerable; la ansiedad y la depresión la consumen. Su única actividad es mirar televisión, mientras otros la asisten para bañarla, cambiarle el pañal y atenderla.
Estefana, viuda, recibe una pequeña pensión de su difunto esposo, que resulta insuficiente para cubrir lo más básico. Los médicos no le han brindado esperanza ni respuestas claras. Ha dejado de asistir a sus consultas porque siente que no la tratan con dignidad y no tiene medios para llegar. Necesita una silla de ruedas que le permita visitar a su médico y obtener información
Estefana no solo enfrenta la parálisis de su cuerpo, sino también la indiferencia de un sistema que parece haberla olvidado. La desesperación se ha instalado en su hogar, donde la pobreza y el abandono son cada vez más evidentes. Quienes deseen apoyar pueden contactarse al número 6181080505.