En el conjunto habitacional Acereros, se halla el albergue municipal. Dentro de las mismas instalaciones, solía encontrarse una de las bibliotecas pertenecientes al municipio. No obstante, dicha biblioteca fue reubicada en una zona distinta. En su reemplazo, fue inaugurado un comedor comunitario hace una semana. Con el propósito de determinar cuál de estas dos opciones resultaría más beneficiosa para la comunidad, no dispusimos a consultar a los residentes del área.
La cuestión planteada fue si la presencia de la biblioteca o el comedor generaría mayores ventajas para la comunidad. Al plantear este interrogante a los vecinos, obtuvimos una respuesta reveladora por parte de uno de ellos. Un residente argumentó a favor del comedor, sustentando su elección en la apremiante realidad de que en ocasiones las familias carecen de suficientes recursos para alimentarse adecuadamente. Con el comedor comunitario en proximidad, al menos tendrán la posibilidad de acercarse para solicitar una comida, mitigando en cierta medida esta dificultad.
Esta respuesta resalta la importancia que adquiere el comedor comunitario en un contexto donde la necesidad básica de alimentación se torna una preocupación tangible. La disponibilidad de una comida cercana y accesible se presenta como una medida de apoyo invaluable para aquellos momentos en que las familias enfrentan dificultades económicas o carencias alimentarias. El comedor, por lo tanto, adquiere un papel crucial en el respaldo a la comunidad, necesitará una solución directa a una necesidad fundamental.
Es importante destacar que, si bien la biblioteca posee su propio valor y potencial para el crecimiento intelectual y cultural de la comunidad, el comedor comunitario satisface una necesidad más urgente y palpable. Además de ser un lugar donde las personas pueden encontrar alivio temporal a sus inquietudes alimentarias, también podría servir como punto de encuentro y solidaridad para los residentes. Un espacio donde no solo se nutre el cuerpo, sino también los lazos comunitarios.