La relación de la sociedad con la tecnología ha sufrido una transformación radical a lo largo de las generaciones. Donde antes las calles eran vistas como el mayor peligro para los niños, y la televisión se ganó el título de "niñera electrónica" por su papel en la ocupación del tiempo libre de los más jóvenes, hoy nos enfrentamos a un nuevo paradigma: la era del acceso digital irrestricto a través de dispositivos móviles.
Estudios recientes han encendido las alarmas sobre los efectos que el uso no regulado de internet puede tener en la salud mental de los niños, impulsando a instituciones como la UNESCO a recomendar que la tecnología en el ámbito educativo se emplee únicamente cuando se demuestre un beneficio claro para el aprendizaje. En este contexto, Durango entra en un debate crucial: la propuesta legislativa de prohibir el uso de dispositivos móviles en el entorno escolar.
Según datos del INEGI del año 2019, antes de la irrupción de la pandemia, el 75% de los niños de 6 años en adelante ya utilizaban teléfonos celulares, con la tendencia de recibir su primer dispositivo entre los 8 y 12 años, según cifras de la firma de ciberseguridad Kaspersky. Esta realidad abre el debate sobre el verdadero rol de estos artefactos en la vida de los menores, más allá del ámbito educativo.
Sin embargo, no todo en torno a la tecnología tiene un impacto negativo. Un estudio del INEGI resalta cómo el uso de internet ha facilitado la adquisición de habilidades digitales fundamentales, desde la descarga de contenidos hasta la creación de archivos de texto y la gestión de correo electrónico.
Pero el dilema persiste, ya que estudios internacionales como el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la UNESCO sugieren que un uso excesivo de la tecnología puede tener efectos adversos en el rendimiento académico de los estudiantes.
Ante este escenario, Durango se encuentra en un momento decisivo, debatiendo no solo el lugar de los dispositivos móviles en las aulas, sino también el papel que queremos que la tecnología juegue en el desarrollo educativo y social de las futuras generaciones. La pregunta es compleja: ¿Prohibir o no prohibir el celular en la educación? Este dilema no solo refleja una preocupación por el bienestar de los niños, sino que también pone de manifiesto la necesidad de encontrar un equilibrio entre la inclusión tecnológica y la calidad educativa.